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Primero, incomodidad. Después, incapacidad. Por último, papelón
Difícil explicar con palabras lo sucedido en el clásico.

Difícil explicar con palabras lo sucedido en el clásico. Más que nada porque la bronca suele obnubilar la perspectiva de la realidad.
El primer tiempo fue pálido, desganado. Muy lejos de lo mostrado frente a River-Boca-Central, donde primaron la actitud y las ganas.
Futbolísticamente Independiente fue superado en todas las líneas y no logró hacer pie jamás. El mediocampo fue patrimonio de Racing, dueño de la iniciativa y las variantes para llegar al arco de Campaña de diferentes formas.
Da la sensación de que Pusineri prefiere y trabaja en pos de un Rojo con la posesión del balón, en postura ofensiva frecuentemente. Ahora, ¿qué pasa si el partido surge distinto? Eso nos faltó: adaptarnos y sobrellevar un cotejo que no nos sentó cómodo.
Leandro Fernández y Cecilio no tuvieron la pelota y ni amagaron con ponerse el overol y “laburar” el clásico desde otro lugar. Por momentos se los vio displicentes, caprichosos con el hecho de ver que la redonda estaba en los pies de ellos y no los propios.
En la parte complementaria, con la segunda expulsión, el local se sintió a gusto cerca del arquero. Independiente, que nunca entendió por dónde pasaba el enfrentamiento, encima tenía la presión de tener que resolver, dada la notoria superioridad numérica.
Racing se dijo “listo, no tenemos nada que perder” y los de Pusineri fueron absolutamente incapaces de generar una idea.
Así las cosas, por la enorme historia de este club, no queda otra que arremangarse y seguir construyendo un equipo en base a lo bueno de River-Boca-Central y lo muy malo del clásico.