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Sacheri y un error (casi) imperdonable
Por Pablo Tassart
Si la cuarentena nos permitió algo fue poder reconectarnos con nuestros afectos y viejos recuerdos. Así, ante la falta de partidos en vivo, los futboleros repasamos una y otra vez campeonatos, entrevistas o clásicos memorables.
Pero también películas que nos llegaron al corazón. Este es el caso de “Papeles en el viento” un éxito de Juan Taratuto de 2015 basado en el libro del mismo nombre de Eduardo Sacheri, exitoso escritor hincha del rojo.
Tres amigos tienen una misión: dejarle algo de por vida a Guadalupe, la hija de “el Mono”, el cuarto amigo de la barra recientemente fallecido a causa del cáncer. Pero descubren que sus ahorros se los había gastado en la compra de un delantero de un equipo del interior sin demasiada habilidad, ni futuro, ni mucho menos presente. Allí comienzan las peripecias para poder cerrar un trato que les sirva para recuperar la inversión y asegurarle un porvenir a su pequeña sobrina postiza.
Todo se da en el marco del oeste del conurbano con unos amigos bien diferentes entre si -un profesor de escuela secundaria, un abogado triunfador y un experto de fracasos comerciales- pero con solo algo en común: su pasión por el rojo.
Sacheri explicó a Soydelrojo.com que decidió escribir la novela de esa forma ya que venía del éxito de haber ganado el premio Oscar por la película el Secreto de sus ojos: “mi vida estaba cambiando mucho a nivel exposición, fama y viajes. Muchas cosas cambiantes. Por eso fue fundamental escribir sobre mis amores y sobre mis raíces. Por eso transcurre entre Castelar y Morón y es sobre Independiente”.
Los protagonistas de la película se lamentan una y otra vez sobre la mala situación del club. Ya no están las glorias del pasado y las copas en las vitrinas juntan polvo. El film fue estrenado en 2015, con el duro recuerdo del descenso de 2013 cerca, lo que profundiza el sentimiento de pesadumbre.
Sin embargo, la novela es de 2011, o sea antes de esos nefastos sucesos. Por eso un detalle que lo pinta de cuerpo entero a Sacheri como hincha de Independiente es la percepción sobre la situación del rojo ene se momento: “el libro lo escribí en 2010 y lo terminé mientras salíamos campeón de la Sudamericana. Sin embargo, yo venia sintiendo desde hace mucho tiempo que estábamos en un camino de destrucción muy jorobado”, algo que por esos años muchos ya percibían más allá del espejismo momentáneo.
La historia avanza y, más allá de la venta o no del jugador -tranquilos no vamos a espoilear por si todavía no la vieron-, a Guada la hija del Mono, los amigos logran dejarle lo más valioso que podían darle: su pasión por Independiente. De allí la visión poética de ese post partido del que nadie se quiere ir y que da nombre a la obra: “es el momento en el que te quedas hablando pavadas, en mi caso con mi hijo, esperando que se desagote la cancha con esa sensación de paz y que no necesitas más nada, viendo como caen los papelitos, pero no los del comienzo sino los que quedaron y los levanta el viento. Esos son finales felices”, relata el escritor.
Pero no todas pueden ser rosas, este éxito de taquilla que hasta hoy asegura buenos números en los ratings televisivos se le escapó un pequeño gran detalle. Más allá de la proeza de trasmitirle el sentimiento rojo a los dos gallinaseos actores – Diego Peretti y Pablo Rago- y a un cuarto bostero – Diego Torres-, sucedió algo casi imperdonable.
El personaje de Pablo Echarri -el único realmente del rojo, dicho se del paso- se esta por redimir. Tiene un momento emotivo que lo hace arrepentirse de todas su habituales agachadas. Y lo hace mirando un video en el que Bocha lo vacuna a Racing con aquel memorable gol de emboquillada contra el arco de la vieja visera.
Era el año 1987, encara Barberón, todavía en el club, toca al medio y sigue por izquierda esperando la pared. Pero la tiene Bochini y el mago hace lo impensado: sin recorrido y con la pelota pegada al pie derecho, la coloca desde la medialuna por encima del arquero. Echarri se emociona y todos deberíamos estarlo salvo por un error: el relator no es Mauro Viale, clásico de Futbol de Primera por esos años, y los nombres no concuerdan: aparecen Ubaldi e Insúa, protagonistas de otro campeonato, el de 1989.
Consultado por ese pequeño detalle para el espectador normal, pero no menor para un verdadero fanático de la parte más gloriosa de Avellaneda, el escritor multipremiado contesta con inocultable rabia: “yo cuando vi la película terminada estaba en crudo. Decía que había un relato, pero no ese. Cuando vi la versión final me quise morir”.
“Supongo que mucho hincha del rojo se debe haber dado cuenta, pero espero que ver tanta camiseta roja y unas imágenes hermosas de otro clásico con Racing de la Erico explotada de gente, compense un poco ese error”, a modo de disculpa continua y demuestra como un error lo puede tener cualquiera, pero no cualquiera lleva sangre roja en las venas de verdad. Y no cualquiera tiene ese compromiso impostergable con una pasión: el orgullo nacional.
Instagram: @Tassart666