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Especialistas del autoboicot

Independiente se autoflagela constantemente.

Independiente se autoflagela constantemente, al menos casi siempre en los partidos determinantes. Se trata de una patología que sufre este plantel desde la era de Holan, con muchos jugadores que aún continúan.

Entiéndase este término a la capacidad de autocastigarse no haciendo lo que tenía que hacer, contando con las armas y las oportunidades en sobradas veces. Clásicos, partidos de Copa, encuentros claves de clasificación para los torneos internacionales, entre otros ejemplos.

En la mayoría de estas ocasiones, Independiente tuvo con qué y no accionó. No se quedó ni en el intento. Lo superó el contexto. Sufrió del miedo escénico y fracasó una y otra vez. Independientemente al rol de los técnicos, que cada uno ha tenido responsabilidades, se trata de un factor propio de los jugadores, a quienes a muchos se les terminó el crédito, aún con la conquista en el Maracaná.

Parece que los protagonistas ven fantasmas donde no los hay. Se ponen sus propias barreras, nublan su juicio y son sometidos por la presión.

Los ejemplos desde el 2016 a la fecha son diversos, pero alcanza con hacer memoria a estos últimos tres encuentros con River, Boca y Racing, tres clásicos ganables sin duda alguna. En dos casos, el rival estuvo con uno, o dos, jugadores menos. En el otro, su adversario estaba deslucido, con sus figuras apagadas y un comportamiento errático.

Difícil apuntar en uno o más jugadores como los principales responsables. A lo sumo hay que segmentarlos porque, desde ya, que existen también otros motivos por la semejante humillación sufrida en el Cilindro.

Racing fue criterioso y se lo vio todo el tiempo con compromiso y actitud, consciente que el partido había mutado con las dos expulsiones. Se mostró con cohesión, con dos claras líneas defensivas y esperando el milagro que llegó. Destacable labor del local. Ahora, sacando la razón psicológica del plantel, cuya exposición en los grandes acontecimientos hace que lo padezca y lo termine perdiendo, hay una realidad insoslayable. No hay grandes herramientas para esperar nada distinto hasta junio, o por un tiempo más adelante.

Con las salidas y la nula llegada de refuerzos, se sabía que no había lugar a esperar grandes presentaciones ni figuras estelares. Por eso se apeló a la reconversión mental de un equipo, que sólo tuvo chispazos. Lamentablemente sólo eso.

Suena extraño pensar en positivo si el arquero que fue el mejor del continente no nos salva nunca hace muchos meses. Lo mismo si una defensa que casi no recibió ataques durante 70 minutos deje lo espacios que libró para que Díaz patee sin oposición y que Racing lo gane con dos menos. Qué pensar de un mediocampo que sólo se dedicó a hacer pases hacía los costados, perder la mayoría de las divididas y carecer de ideas para prosperar en campo rival. El panorama resulta más sombrío cuando se analiza la inexpresividad mostrada en ataque, con jugadores que ya decretaron su acta de salida.

Cecilio Domínguez, Leandro Fernández y Braian Romero son la cara visible de la derrota. Son fieles reflejos de lo irresoluto que fue Independiente. Pero todos sabíamos que con jugadores de este calibre era apelar a la fe o el azar. Se sabía que no son hombres de confiar, que carecen de real jerarquía para imponerse.

Sin embargo, el análisis tiene que ser más macro. En las tantas veces que Independiente se chocó con la pared no fue solamente por la férrea defensa que elaboró Racing, sino que muchas veces fue por la incapacidad de gestionarse oportunidades por parte del Rojo.

Esos toques intrascendentes en mitad de cancha hacía los costados nunca cambiaron la ecuación. Si bien su finalidad era mover al local en busca de generar espacios, inútil resulta si nadie puede meter pases gol, sacarse un adversario de encima o hacer un simple 2 x 1 en las bandas. Durante el complemento, se observó en innumerables momentos como Cecilio o B. Romero debían eludir a uno o más jugadores, ¡sin compañía!. No solo que no lo consiguieron, sino que cuando pudieron tirar algo parecido a un centro se encontraban lógicamente con una serie de centrales que puso Beccacece ante la soledad de Silvio Romero. Insólito.

En ese marco, el interrogante es cuánto hizo, o que pudo haber hecho, Pusineri en este partido. Quizás el ingreso del colombiano Roa llegó tarde. Ante la escasez de ideas, probablemente pudo haber producido jugadas antes. Retomando algunos párrafos atrás, el entrenador tampoco contaba realmente con alternativas en un banco lleno de juveniles. El técnico quiso sorprender cambiando de punta a los extremos pero no dio éxito. “Es lo que hay”, frase de la jerga callejera que explica lo que es hoy Independiente. Aún en este presente donde los recursos no sobran, el Rojo pudo haber ganado en el Libertadores de América, en la Bombonera y en el Cilindro sin despeinarse demasiado. Con mayor convicción, lógica y definición, Independiente estaría peleando el campeonato. Sí. En un torneo en el cual las diferencias de puntos entre el primero y el octavo son tan pocas, el equipo podría tener entre 10 a 12 puntos, en vez de los 4 que hoy cosechó.

El equipo es previsible, ingenuo y, pese a la goleada ante Rosario Central, carece de real creatividad y profundidad. Es un panorama alarmante porque el hincha solo apuesta y apuesta. No hay certezas en ninguna línea. Es creer que Campaña volverá a ser el que era. Creer que Fabricio Bustos y Alán Franco regresen a un nivel de Selección. Creer que Alexander Barboza demostrará que tiene condiciones. Creer que Lucas Romero y Domingo Blanco serán quienes dominen las acciones, como presumir que Cecilio Domínguez y Leandro Fernández sean quienes desequilibren. Es una cuestión de fe o de azar. La bolilla nunca termina siendo roja, siempre cae negra. Mientras tanto los puntos se van perdiendo, se cae aún más en las posiciones y el no ingreso a las copas no será la única preocupación.

No tuvimos otra opción que creer en este plantel en este semestre. A la vista está todo lo mal que se ha hecho para tener esta realidad. Se había avanzado un casillero y este domingo se retrocedió cinco. Regresa el escepticismo y probablemente la impaciencia se haga notar el jueves ante Fortaleza. No es una buena señal, pero semejante humillación será difícil de borrar. Aún así, hay que darle margen de trabajo a Pusineri, que depure lo que tenga que depurar, reestablezca el orden y la confianza del plantel, y trate de plasmar su plan de juego.

El enemigo de Independiente está más cerca de lo que creemos. No hay factores externos. Los culpables están a la vista, tanto dentro como fuera de la cancha. En lo que respecta netamente a lo futbolístico, el autosabotaje es moneda corriente. Quedará reflexionar si será necesario un abordaje psicológico colectivo o individual, o bien si el factor es indudablemente la nula calidad de un plantel que nuevamente mostró su incapacidad de imponerse en partidos que sólo debía meter un gol. El Rojo cayó en la lona sin recibir una mano previa, se autogolpeó ante su propia indefinición. En momentos de adversidad, la pregunta es si habrá margen para que el equipo se levante. Esperemos que no sea un golpe de nocaut.

Por Nicolás Gallardo

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