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La noche soñada entre las mil y una pesadillas

Un texto de Tomás Robbio.

Por Tomás Robbio

Independiente pasó de aquella noche soñada en el Mario Filho de Río de Janeiro a la actual pesadilla que lo mantiene con insomnio.

A cualquier mago, tarotista o adivino que vaticinara en diciembre de 2017 el presente que atraviesa Independiente hoy se lo hubiera tratado de loco o bien, se le hubiese descalificado su labor hasta de una manera irrisoria.

Porque en aquel equipo dirigido por Ariel Holan era todo color de rosa: buenos jugadores, mezcla de jóvenes con experimentados, juego vistoso, humildad y compromiso.

Los slogans “Todos Juntos”, “Todo Rojo” y “Compromiso, Actitud e Intensidad” eran una marca registrada de un conjunto de jugadores e hinchas que planeaban los mejores aires y más puros. O al menos, eso quedaba demostrado en la cancha.

Las internas o conflictos entre dirigidos, comisión directiva y el entrenador se hicieron a un lado para ir en busca del objetivo primordial: la copa número 17.

La explosión de Ezequiel Barco -o Esequiel, según su Instagram-, la destreza de Maximiliano Meza, la cuota goleadora de Emanuel Gigliotti, el orden táctico de Nicolás Domingo y la marca de Diego Rodríguez –acompañado de Nery Domínguez-, dejaron perplejos a más de uno con su andar futbolístico.

Lo mejor del Rolfi Montenegro en Independiente

La presencia de Nicolás Tagliafico -sí, merece un punto y aparte-, las proyecciones de Fabricio Bustos y Juan Sánchez Miño, la seguridad de Alan Franco, Fernando Amorebieta, Gastón Silva y Martín Campaña, los elementales sustitutos como Lucas Albertengo y Leandro Fernández, entre otros, fueron un combo que afloró en un equipo para el recuerdo.

Hacía tiempo que Independiente no se daba una vuelta por el pasado a desempolvar ese buen fútbol con el que predominó en varias décadas y que hoy las páginas doradas de este deporte lo tienen impregnado en su tinta.

Este equipo también será recordado -aunque en menor escala-, porque tuvo un juego similar al que pregona Independiente desde sus inicios: agresivo, de buen pie y con personalidad. Plantársele al Flamengo en el Maracaná no es para cualquiera. Menos aún, superarlo y darle la vuelta en su casa por segunda vez en la historia.

Sin embargo, cuando todo esto parecía un aluvión para volver a ser y resurgir se dio todo lo contrario. Ni el mejor adivino podría haber imaginado las penumbras por las que transita hoy el Rojo: finalizó muy lejos en el campeonato, no clasificó a ninguna copa internacional, cayó de manera vergonzosa frente a Racing y acrecienta deudas con propios y ajenos.

Los impactantes números en las ventas de Rigoni, Barco, Meza, Gigliotti, Amorebieta, Rodríguez, etc no lograron reposicionar la economía del club. Vaya a saber uno por qué. Se gastó descaradamente en jugadores que no estuvieron a la altura. Casos como Fernando Gaibor, Cecilio Domínguez, Francisco Silva –pese a llegar libre tenía uno de los sueldos más caros del plantel- y no se lograron los objetivos propuestos.

El mar estaba revuelto y había que calmar las aguas. Por eso Ariel Holan fue despedido, tras una fuerte determinación que tomaron los dirigentes para descomprimir. El dominó continuó derribando piezas que habían sido colocadas para una base a futuro.

Lucas Pusineri y el sentido de pertenencia

 

La contratación de Sebastián Beccacece en lugar del “Profesor” no funcionó en absoluto: 8 victorias, 7 derrotas y una igualdad fueron suficientes para finalizar su vínculo con el “Rey de Copas”.

Un equipo carente de identidad, planteos indescifrables que los jugadores no comprendieron, la incongruencia en sus discursos, los “casos” Pablo Pérez y Nicolás Domingo y las relaciones internas fueron demasiado para un Independiente que aún buscaba asomar la cabeza y salir a flote.

Hoy con Lucas Pusineri como entrenador, el Rojo apunta a fortalecer las bases del club a través de la presencia de juveniles y algunos jugadores que le demostraron el compromiso que busca el DT.

Un vaivén de emociones fue hasta ahora el equipo de “Pusi”: goleó 5 a 0 a Rosario Central con un juego deslumbrante, cayó con dos hombres más en el clásico frente a Racing y se mantiene vivo en la Copa Sudamericana gracias a un gol agónico de Fabricio Bustos que sirvió para ganar la serie contra Fortaleza.

Así está hoy Independiente. Transitando un camino repleto de improvisaciones y tapando agujeros –sobre todo económicos- con parches y al voleo. Cuando estos se destapen, volverán a utilizar un apósito, porque parece que la herida de fondo, que reiteradas veces volvió a sangrar, aparentemente no es necesario que algún día cicatrice.

El 13 de diciembre de 2017, aquel equipo que hizo historia en el Maracaná se había encargado de cerrar otra lastimadura. Dejó en el olvido un pasado negro y lo transformó en esperanza. La que hoy, lamentablemente, vuelve a carecer.

Por Tomás Robbio.

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