Columna de Opinion
La pantera roja de Avellaneda

Por Pablo Tassart ✍️🏼
Cuando se venía la noche. Cuando la cosa se ponía más negra, desde la tribuna pedíamos más. Más oscuridad ¡Dénsela al negro! Se escuchaba gritar casi a coro. Y la formula no falló, porque fue la Pantera Negra Turbo, Álvaro Angulo, quien finalmente puso justicia con un empate que ya era largamente merecido, para él y para Independiente.
Porque las diferencias eran claras: cuando por derecha todo eran errores e imprecisión de Vera, por izquierda Angulo pasaba una y otra vez al ataque, provocando preocupación en los rivales y esperanza en los nuestros.
Asi fue como en el primer tiempo tuvo dos apiladas por su punta que casi terminan adentro. Esa primera etapa tan complicada en la que ellos, si bien no dominaron, tuvieron las más claras.
Por eso ya en la segunda parte el grito era unánime: dénsela a la pantera que más que un turbo parece un tren por su punta. Y un tren con pasaje de vuelta, además, porque el colombiano, quizás consiente de sus falencias, con su velocidad solucionó más de una vez algún hueco que se produjo a sus espaldas.
Pero hablando del ataque, que fue en lo que más destacó, claramente fue Cabral quien mejor entendió como jugar con él al devolver rápido las paredes que la pantera proponía para llegar suelto y a la carrera dentro del área. Fue asi que minutos antes del gol, puso un centro atrás desde el fondo el cual Montiel tiró por arriba.
Así vino el gol tambien: él la bajó, él toco atrás y él propuso la devolución de Cabral quien, es cierto, ejecutó con precisión y maestría. Angulo no lo dudo, fue a buscar y se la jugó de cabeza madrugando a la defensa rival y pasando por arriba a Arias, que todavía está juntando sus pedazos.
Y quizás aquí quepa la principal reflexión de la jornada de ayer: los clásicos son para los grandes y no para los pibes. Por las corridas y la decisión del colombiano, pero tambien por la presencia en el segundo tiempo de Cabral pidiéndola siempre y distribuyendo el juego, o por la garra y el equilibrio que metió Galdámez cuando entró. Porque las diferencias entre las dos etapas fueron evidentes y no solo porque el rival se metió atrás. La personalidad de los grandes fue clave tambien.
Una pena que el partido no haya durado cinco minutos más. Y una pena que no se haya comenzado asi. Porque del lado rojo se lo quería ganar mientras que del otro, solo hubo intención de hacer correr el tiempo y salvar un empate.
Queda rescatar lo positivo: el equipo no pierde. Y cuando esta en problemas no desespera y encuentra las soluciones para sacar adelante la situacion.
Pero además al fin se le hizo justicia a la memoria del querido Palomo Uzuriaga. Al fin un colombiano a la altura de la leyenda. Porque en estos años, sinceramente, desde esas costas solo llegaron “los fantasmas del Caribe”. En cambio, esta vez es un lateral volante que más que turbo hace acordar a un tren llamado Valenencia. Que mete, que corre, que encara y hace goles. La verdadera Pantera roja turbo de Avellaneda.
Por Pablo Tassart ✍️🏼