Columna de Opinion
“Volver a enamorarse”

En la semana de San Valentín hay un romance que contar. Es la historia de una camiseta roja con un numero 10 en la espalda y 40 mil locos y locas de amor. Es una historia inevitable y eterna. Pero también plagada de frustraciones y traiciones.
Ya estábamos por retirar la camiseta del Bocha después de tanto fantasma y tanto irrespetuoso. Hasta que un día llegó Luciano Cabral, abanderado de la magia y la sencillez.
Porque esas son las armas de este cupido que nos volvió a enamorar del futbol de Independiente más allá del aguante en las tribunas.
Hace poco en conferencia de prensa Néstor Lorenzo, en el ex central de la selección del 90 y hoy DT de Colombia, reflotó unas declaraciones de Bochini en las que explicaba como hacía para jugar tan bien: “Yo me pongo donde no hay nadie y se la doy al que esta solo”. Salvando las distancias precisamente esa es la propuesta del mendocino nacionalizado chileno. Porque si bien en el futbol de hoy casi nadie logra estar solo, porque las marcas se multiplican a fuerza de despliegue físico, cuando la tiene Cabral hace lo más simple pero lo más necesario: se da vuelta y se la da a un compañero. Pero no al que tiene al lado como sacándose una responsabilidad de encima. De burócratas está lleno el futbol de estos días, de esos que despachan la pelota como si se tratara de un trámite molesto, y muchos de esos ya pasaron por Avellaneda. En cambio, Cabral siempre busca al compañero que mejor posicionado esté en ataque. Y si no sale insiste, siempre para adelante.
El primer gol de Avalos quizás sea la mejor demostración. Cabral marcó el pulso de la jugada desde el comienzo. Tocó con Tarzia por derecha, pero fue a buscar la devolución moviéndose hace el centro ya pensando en un segundo pase filtrado que lo deje a Sporle de cara al gol. Así, casi desde el piso tocó suave, pero con precisión, justo lo que había que hacer. Un pase gol, de esos que tiene varios por partido, hagan lo que hagan después los definidores.
Y en su gol, el tercero del partido, también hay una cuota de esta magia y simpleza al mismo tiempo. Porque es un golazo, pero no solo por haberla colocado al ángulo, sino porque el amague es austero pero efectivo. Sutil pero necesario. En un mismo movimiento recibe y al acomodarse para poder abrir el pie y colocarla lejos, sin tocarla desacomoda al arquero y a toda la defensa rival solo con el movimiento de su cuerpo. Simple, como toda magia: solamente saca el conejo de la galera, y nos arranca una sonrisa de satisfacción.
Pero además como el buen futbol se contagia, nuestro mago es titiritero a la vez y hace que los demás jueguen también de manera simple. Entonces las cosas se dan naturalmente: Avalos hace los goles, Montiel te encara todos los tiros, Valdez saca todas y Marcone, si quizás tiene una noche no tan precisa, es aliviado por el trasandino que lo clarifica todo.
Pero basta de futbol. Esta es una historia de amor. La historia de un tipo con una camiseta roja con un numero 10 en la espalda. Uno que al fin le gusta más el futbol que las discotecas. Uno que tiene la diez y tira caños, sombreros y pisadas, esas que no salen en ningún resumen amarrete de youtube. Uno con la 10 que se la da a los compañeros. Y eso ya es un montón para esos millones de locos que también se enamoran por TV.
Teléfono para Julio Cesar Vaccari, Cabral tiene que ser siempre titular. Porque en esta semana de San Valentín, y en todas las demás también, el amor es mas fuerte.
Por Pablo Tassart ✍