Columna de Opinion
“Porque el ‘CÓMO’ sí importa”
¡Así sí! Así se despejan los nubarrones. Así las dudas son cada vez menos. Así todo tiene más sentido. Así no solo se clasifica definitivamente a la Copa Sudamericana, y se queda a la expectativa del milagro de la Libertadores, sino que además dejamos de preguntarnos “¿para qué la vamos a jugar?”
Porque no todas las victorias son iguales. Ni tampoco los empates o las derrotas. El último triunfo contra Atlético Tucumán significó algo más que los tres puntos. Fue logar reponerse a la adversidad, algo que le había resultado esquivo a este equipo.
Porque Independiente no solo se tuvo que levantar luego de la sorpresa de estar empatando de local contra un equipo con un hombre menos y habiendo tenido un penal favor en el comienzo del partido. Sino tambien tuvo que sortear el problema de la poca eficacia en el arco de enfrente que caracterizó a la jornada con la gran cantidad de chances que desperdició. Pero principalmente se tuvo que enfrentar a sus propios fantasmas, esos que decían que estos jugadores no dan la talla cada vez que la situación lo amerita o que nunca había podido remontar un resultado.
Y lo logró principalmente con ganas y con empuje. Porque si con los pases cruzados y profundos de Marcone del primer tiempo no se pudo. Ni tampoco con los enganches y gambetas de Hidalgo. Sí se pudo con las arremetidas de Lomónaco y con las ganas generalizadas de un equipo que ante el frente de tormenta que se abría con el empate Tucumano, fue para adelante sacando fuerza de flaquezas.
¡Y qué bueno que la cara de este triunfo haya sido el Chileno Loyola! Ese símbolo de este nuevo Independiente, que todos esperamos que sea el habitual, que no siempre es claro o juega bien, pero que si está donde el juego lo necesita. Metiendo el gol esta vez, que tanto lo mecería, pero tambien cortando en el medio y además jugando de marcador de punta con buenos desbordes que sorprenden a más de uno.
Porque “jugar bien” no necesariamente es dar 20 toques antes de hacer un gol. Ni gambetear a todos los rivales. O ganar del “ping pong de llegadas”. Porque cuando se ponen en duda las “formas”, puede tener que ver con otras ausencias, no necesariamente relacionadas con el virtuosismo.
El “como” importa, y deja dudas, cuando se gana con una jugada de pelota parada aislada, casi sin haber generado juego. O cuando se empata de local habiendo estado la mayoría del partido cuidando un amarrete 1-0. O cuando se pierde y como única reacción solo se atina a acumular delanteros tan solo para poder zafar en la conferencia de prensa.
Ayer el rojo no hizo nada de eso. Llegó y mucho. Tambien erró mucho, es cierto. Tambien en un momento dejó venir inexplicablemente al rival, cedió la pelota y de ahí el gol. Pero en ese momento, cuando se vino la noche, no inundó el área rival de delanteros que no juegan nunca ni hacen goles, sino que refrescó la generación de juego en el medio campo, con Tarzia que había ingresado en el entretiempo, encerró al rival y lo llenó de buenos centros de la mano de Mancuello hasta que finalmente obtuvo el merecido triunfo.
Queda ahora primero Boca y luego la copa. Pero además queda mirar para adelante y esperar a ver si este Independiente positivo llegó para quedarse. Seguramente si tiene memoria y, en los momentos complicados, recuerda noches como ésta allí encontrará la respuesta. Porque esto es Independiente y acá no abandona nadie. Es hora de demostrarlo todos los partidos. Siempre.
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