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Columna de Opinion

Aquel domingo en que Diego aprendió y me hizo feliz

Me tomé el Sarmiento desde Ramos y caminé desde Once por Jujuy hasta el fondo de todo con la ilusión de mi vida. Solo, con 14 años. Domingo 16 de octubre de 1977. Tenía que ser la cancha de Huracán, porque la de Argentinos quedaba chica para tanta gente. Independiente jugó de blanco, usó la roja el Bicho. Año verde: desde la cabecera local, allá, atrás del arco de enfrente, la hinchada de La Paternal cantaba: “¡Bochini, Bochini, dejate de joder, míralo a Maradona y así vas a aprender!”, cosas de chicos más que de barrabravas.

Decían que ese Dieguito Maradona la rompía. Pero no era así: la requeterecontra rompía. A los 37 del primer tiempo ganaban ellos 0-2. Y ole, ole, ole y más ole… Pero de este lado estaba Bochini. Ricardo Enrique Bochini. El Bocha. El ídolo de Maradona, en verdad, al que Dieguito -que en dos semanas más cumpliría los 17- se quería parecer cuando fuera grande. Y estaban Bertoni y Larrosa y Trossero y un 7 que se llamaba Arrieta y no paraba de irse al fondo y meter para que el 9, Outes, hiciera lo que tenía que hacer. El “Pato” Pastoriza era el DT.
Minuto 39: Bertoni pone 1-2, de penal.
Minuto 40: Outes de cabeza, 2-2.
Minuto 43: patadón de trossero y 3-2.
Minuto 45: tiro libre, Bertoni sobre la barrera, 4-2 y locura total. ¡Cuatro goles en seis minutos!

A los túneles. Silencio de allá. “¡Bo-Bochini!” de acá, siga el baile sin parar. Segundo tiempo. Minuto 9: pica Arrieta, centro, cabeza de Outes otra vez y 5-2.

Con esas camisetas, Ricardo Enrique Bochini y Diego Armando Maradona se volvieron a enfrentar dos veces más. Ganó Argentinos las dos. Aprendió Maradona. Y superó al maestro, que, aún así, jamás dejó de ser lo más grande que hay.

Publicado en Perfil

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