Columna de Opinion
Bienvenido el nuevo tiempo que llegó a Independiente
Hoy quiero hablar de Independiente, de mi club, del cual soy hincha desde los 8 años, cuando me sorprendió y emocionó hasta las lágrimas un poster de la Revista Goles con los jugadores en formación y el titulo Primer Campeón Nacional. Eso ocurrió en noviembre de 1967. Desde ese día, rebelándome al mandato familiar para ser de River, adopte la camiseta roja como propia.
Supe a lo largo de mi niñez y adolescencia de muchísimas alegrías.
Sentí siempre esa sensación de orgullo de ser parte de una institución de enormes logros deportivos en todas las disciplinas y también ejemplo en su compromiso social y educativo.
Vivencie el orgullo de ser socio de una entidad a la que durante décadas todas adoptaban como un espejo donde mirar intentando ser eficientes, ordenadas, pujantes. Líder. Casi ningún lo lograba.
Ya de adulto no faltaron las alegrías por conquistas inolvidables como los 2 maracanazos, la intercontinental del 84 y los campeonatos del 88, del 94, 2002, del 2017. Y también la tristeza infinita del descenso en 2013, para volver un año después.
Fui testigo como todos de la debacle. La involución institucional promoviendo sucesivas conducciones que no estaban a la altura de las circunstancias tanto por falta de preparación para ello, capacidad de liderazgo y fundamentalmente porque los intereses políticos, partidarios y personales estuvieron por encima de la misión institucional y el deseo y necesidad de los asociados.
Un periodo oscuro, decadente de casi 20 años de sucesivos errores con pocos momentos de alegría que luego costaron muy caro.
Hasta llegar a este último capítulo. Un tiempo muy largo de desmanejo constante, donde la palabra se vaciaba apenas se pronunciaba, de prepotencia para la toma de decisiones, de endeudamiento permanente y sin límites, de inhibiciones, oscuridad en los procesos, de conflictos, de violencia exasperante. Comportamientos adquiridos y convertidos en costumbre impensadas para la cultura que el Club instalo desde su fundación.
Frente a ello, el 2 de octubre 13.000 socios, hombres y mujeres, muchísimos de ellos jóvenes se dieron cita para elegir, en una jornada ordenada y en paz.
Fueron los socios de verdad, no los barras que tanto mal nos hacen pervirtiendo todo lo lindo que es el futbol y el espectáculo en los estadios.
Las elecciones de ayer, que eligieron la fórmula Doman-Grindetti-Marconi en forma apabullante con más del 70%, dejan mensajes muy claros.
Los socios dijeron no a los salvadores mágicos.
Volvieron a poner las cosas en su lugar, el club es de los socios, y es para los socios.
El club no es para la política partidaria, no es para la política sindical, no es para las autocracias, no es para los violentos.
Ellos, nosotros, los socios y el club no soportan más improvisaciones.
Una institución de semejante envergadura con mas de 100 años de historia y casi 100.000 socios no se conduce desde oficinas privadas ni a medio tiempo.
Requiere tiempo, esfuerzo, entrega y profesionalismo en cada área. Sabiendo que es en la combinación respetuosa de lo voluntario y lo profesional donde se encontrará el equilibrio para el desarrollo.
Independiente es muy grande, y lo es también más allá del futbol. Su inserción social es vital para miles de personas. En los deportes no federados, en su compromiso social y en su aporte a la educación.
Un nuevo tiempo llego al fin para Independiente.
Los hombres pasan y las instituciones quedan,
El domingo los socios volvieron a poner en valor esta vieja máxima. Nadie es más importante que una institución, en ningún lugar. Pobre de aquel que se la crea.
El domingo la familia de mi Independiente volvió a ser ejemplo después de mucho tiempo.
Se hizo escuchar, dijo presente y tomo el mando para iniciar un cambio virtuoso para volver a ser el Orgullo Nacional. Y no solo para ellos, sino para que Argentina se sienta orgullosa de tener instituciones serias, responsables y exitosas.
Por Claudio Avruj ✍