Columna de Opinion
Sin rumbo
“Este es el camino, es un buen empate”, dijo Pablo Hernández al término del partido con Central Córdoba. Es una frase que ilustra cuál es el presente de Independiente. Grafica cuál es la calidad y mentalidad del plantel. Tan devaluado está nuestro rojo que este sujeto, carente de todo ritmo profesional, hoy gozó de ponerse la cinta de capitán.
Hemos dicho en anteriores partidos que Independiente es esto. No fue más que Colón, Defensa y Justicia y Central Córdoba, ni tampoco fue superior a Atlético Tucumán en la Sudamericana. Gracias a Sebastián Sosa y a factores azarosos, el equipo, hasta este sábado, había logrado una aceptable productividad: pasar de ronda y estar con buenas chances de clasificar a la zona campeonato del certamen doméstico.
Sin embargo, no solo que esta noche estamos más cerca de competir en la zona de perdedores, sino que además se profundiza la crisis futbolística.
El análisis va más allá de que este sábado se jugó con algunos “suplentes”. Lucas Pusineri probó a casi todo el plantel en estos seis partidos y no logró jamás un mínimo funcionamiento.
Independiente es un equipo vulgar, inconexo y sin fundamentos. Por momentos roza el amateurismo. En seis presentaciones, se lo sigue notando como un conjunto casi sin ningún tipo de desarrollo. Casi no hilvanó una jugada en 540 minutos ni tampoco pudo adueñarse de ningún partido. Lo alarmante de este diagnóstico es que jugó con rivales menores. Están a la par de Independiente, pero en la práctica son contrarios de poca monta, que difícilmente le ganen al resto de los clubes de los otros grupos.
El “Rojo” no solo que no patea al arco, sino que tampoco se atreve. Entre sus limitaciones futbolísticas y su exasperante estado anímico, el plantel no reacciona y tiene un técnico que se desconoce su impronta. ¿Qué se puede rescatar del trabajo de Pusineri durante estos ocho meses? Si había un partido que ganar era este sábado. Ahora, el equipo no solo que esta segundo cómodo, sino que debe ir a Santa Fe para jugar con Colón.
En el plantel están insólitamente convencidos que se obtuvieron buenos resultados. Se asimilan como un equipo chico, aunque en algunas notas dicen que quieren ser campeones de la Sudamericana. Se viene dando un discurso patético que roza un relato de cuento de hadas.
Ir por el nombre por nombre no tiene mucho sentido. Lo único que puede destacarse es que “Saltita” González, Alan Soñora y Velasco, son quienes podemos depositar nuestras expectativas, sin cargarlos de una responsabilidad exagerada. También hay que sostener a Sosa, Bustos y Franco. El resto francamente naufraga entre la intrascendencia y la inutilidad.
No hay un horizonte que nos haga pensar en que es posible una recuperación. El equipo despilfarró una seguidilla de partidos absolutamente accesibles para obtener confianza, ganar y empezar a tomar volumen de juego. No obstante, sólo se sembraron dudas y se sepultó todo tipo de expectativa.
Se vienen 10 días que serán cruciales. Se resolverá si Independiente jugará la zona campeonato de la espuria copa nacional y si pasará de ronda de la Sudamericana para medirse seguramente con Lanús.
No hay motivos reales para creer en nada. Dentro del plantel, muchos sienten lo mismo. Es como que esperan el cimbronazo, que aguardan lo inevitable. Todos los hinchas deseamos que eso no ocurra y que pueda existir una respuesta. Sin embargo, no hay un indicador que nos lleve a creer. El destino de Independiente sigue dependiendo de sí mismo. Si es por el camino de Pablo Hernández, el rojo ya está condenado.