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Un amor que traspasa las fronteras

Brasil, Río de Janeiro. Caminata hacia la isla Lopes Mendes, dos días después de Independiente campeón en el Maracaná, es decir el 15 de diciembre de 2017.

Brasil, Río de Janeiro. Caminata hacia la isla Lopes Mendes, dos días después de Independiente campeón en el Maracaná, es decir el 15 de diciembre de 2017.

En plena bajada hacia una de las primeras playas antes de llegar a destino, escucho una voz ajena, con tonada extranjera, que grita: “¡Son del Rojo, son del Rojo! ¡Vamos campeones!” Tras culminar esa etapa del recorrido, frenamos en la arena para conocer más en detalle a la chica que nos había identificado: se trataba de Cristina, una joven de 23 años nacida en Barcelona, más precisamente en un pueblo pequeño denominado El Talladell, de unos 300 habitantes, que queda a 60 kilómetros de la ciudad catalana.

Lo curioso para el grupo fue que una española gritase a tan viva voz que éramos de Independiente. Minutos después, tras una larga charla, llegamos a la conclusión de que Cristina era tan o más fanática que nosotros.

Su arribo a la Argentina por motivos de estudio de psicología, su carrera, fue a mediados de septiembre. Al poco tiempo conoció a un hincha de Independiente que le empezó a inculcar los colores lentamente: “Me habló del Rojo, me contó brevemente su historia y empecé a tomarle afecto”, confesó la también simpatizante del Barsa. En cuestión de días comenzó a cruzarse con más gente del equipo de Avellaneda y poco a poco fue impregnando ese amor, a priori ignoto, que tras dejarse llevar por los encuentros casuales del viaje, todos conducían a tener que convertirse en una fanática más de Independiente: “La pasión que tiene el hincha me la traspasó y yo ahora también la respiro”.

Así fue. Hoy, casi cuatro meses después de su llegada a la Argentina, se considera una hincha inquebrantable del “Diablo”. A tal punto que si en una hipotética final del Mundial de Clubes entre el conjunto bonaerense y el de Cataluña, prefiere que los de Holan se queden con el título: “Barcelona ya me dio todo. Priorizaría que el Rojo se quedara con la Copa”.

Su debut en el Libertadores de América fue ni más ni menos que ante Atlético Tucumán por los octavos de final de la Copa. Tal fue así que los amigos que la invitaron a la cancha le prohibieron que faltase de allí en adelante.

Cristina devolvió gentilezas y volvió a ir a la cancha. Esta vez para ver la victoria roja frente a River por 1-0. Por las dudas, la nueva fanática mantenía las cábalas que asiduamente utilizaba para ver al Barcelona: pelo suelto, la manga izquierda siempre más arremangada que la derecha y los dedos índice y pulgar cruzados todo lo que hiciera falta.

Independiente entraba en racha. Ya había dejado atrás la seguidilla negativa, pero algo fuerte iba a ocurrir: Cristina tenía un viaje planeado a Bariloche y no iba a poder estar frente a Libertad.

Dicha ausencia se notó ya que al Rojo le costó dar vuelta la serie en Avellaneda y conseguir el boleto a la final. Sin embargo, tras no haber estado presente en las semifinales, la ahora más hincha de Independiente que del Barcelona redoblaba la apuesta y prometía viajar a la final para ver a Independiente campeón.

Era admirable su seguridad con la que expresaba que los de Holan iban a alzar el trofeo sudamericano: “Yo nací un miércoles 13, en el ’94, año que ganamos la Supercopa. Y soy de Aries, Aries es fuego, fuego es infierno y el Flamengo no va a poder soportarlo”, deslizaba con suma confianza.

Mientras toma mate (otro vicio que se lleva de nuestro país) y se mira la camiseta roja que le desborda el alma, expresa con un aire de alivio: “Todo lo que he vivido aquí fue positivo”.

El 12 de diciembre bajó del avión con una amiga y el sueño estaba cada vez más cerca. Sin embargo, ese mismo día, el previo a la final, se dio cuenta de que era imposible conseguir dos entradas y no podía dejar a su amiga sola en Río.

Al llegar al apartamento adonde afortunadamente la alojaba un brasileño hincha de Botafogo, le contó su experiencia y el porqué de su viaje. Inmediatamente, el propietario acomodó la televisión y dejó todo listo para que al día siguiente vieran la final  juntos.

El Rojo se coronó. Cristina también. Ambos eran campeones en Río de Janeiro. Y así, el Rey de Copas se lleva una Sudamericana más a su vitrina, pero también una simpatizante de fierro que movió cielo y tierra por esta pasión llamada Independiente.

Por Tomás Robbio

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