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Una carta escrita con tinta roja del corazón

Por Tomás Robbio

Soy consciente de que no estábamos atravesando el mejor momento, entiendo a la perfección que no veníamos bien y que, quizá, este tiempo que nos tomamos nos sirva para arrojar las cartas y barajar de nuevo. Hay veces que la vida es sabia e interpone una excusa entre los dos para evitar que nos lastimemos o bien, alejarnos, tomar impulso y arrancar de nuevo con mayor envión.

Las últimas veces que te vi estabas con una gran confusión: las cosas no te salían como querías. Cualquiera que te visitaba te hacía daño y no lograbas extraer esa voluntad propia o fuerza que te tirara hacia adelante. Cada vuelta a casa estaba invadida por angustia y desazón.

Algún que otro respiro en el medio sirvió como una especie de aire reparador. Sin embargo, por distintas situaciones de la vida hoy nos encontramos así: alejados. Y puedo aseverar que no es nada fácil para ninguno de los dos.

Pero quizá este tiempo inelegible por ambos sea de gran ayuda y sirva para que podamos estar mejor y que las cosas vuelvan a su lugar, de donde nunca debieron haberse movido. Ya pasamos por varias de estas –incluso mucho peores- y las hemos superado. Esta no será la excepción.

Cada vez falta menos para que volvamos a casa y estemos juntos. Yo en el lugar de siempre. Ahí, en ese costadito en el que siempre estoy porque justo ahí te veo de frente. Veo cuando estás por salir de la manga y es como si viera entrar a la novia en la iglesia. Son esos nervios previos incontenibles y esa adrenalina que desparrama alegría. Muy pocos lo entienden.

Extraño tus colores, tu inconfundible saludo y todo el fervor del estadio que grita enfurecido tu nombre y que, una vez más, “vuelve a verte por amor y porque así lo siente”. Me hace falta el “Y dale Rojo, dale” que baja de las tribunas y se propaga como cuando una luz irrumpe en un lugar totalmente oscuro.

Ya todo esto pasará y volveremos a estar juntos, mi querido Independiente. En el lugar de siempre, pero con una ansiedad aún mayor por todo este maldito tiempo que nos obligó a estar alejados y sin poder vernos.

Ya no alcanzan los partidos viejos, ni las películas de los campeonatos que ganaste, tampoco es suficiente el documental de “Maracaná 17”. Te necesito ver a vos, cara a cara. Tenerte ahí y gritarte a viva voz que te quiero y que me hacés falta como a la arena le hace el mar.

Hoy con los amigos de cancha las charlas son sólo recuerdos y anécdotas que tienen que ver con vos. Todo está relacionado a vos. Es la única manera que tenemos de sentirte un poco más cerca. Qué se yo, los que nos ven de afuera dirán que estamos locos, pero a nosotros eso poco nos importa. Porque el que manda es el corazón. Y nosotros simplemente seguimos la corazonada.

Sos pionero de amistades, de juntadas, de asados y de ínfimos programas indescriptibles que hoy también carecen. Pero sigamos aguantando que esto es pasajero y no vino para quedarse. A diferencia de lo nuestro que es eterno.

Muchos jugadores pasarán, también dirigentes, gobiernos, pero tu gente es la que va a estar siempre esperando por vos. Se desvive por verte y alentarte. Hacete cargo, les generás eso: se llama amor y es del más puro.

Estas líneas las escribí como excusa para paliar un poco este duro momento, porque me hacen sentirte un poquito más cerca. Como cuando hablás de un amor ausente que lo pensás todos los días. Bueno, así nos pasa con vos y deseamos volver a verte, porque te amamos Independiente.

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