Columna de Opinion
Burruchaga: dos historias grandes de gol
Cuando Jorge Burruchaga corría rumbo al área de la selección de Alemania en el estadio Azteca todos los argentinos corrimos con él.
Y cuando vimos que la pelota traspasaba la línea de gol todos nos abrazamos con todos, con él y con los jugadores.
Aquél domingo 29 de junio de 1986, hace hoy 34 años Argentina fue campeón Mundial. Lo fue de la mano de un increíble e inolvidable Diego Armando Maradona quién fue el líder indiscutible y que nos regaló su mejor versión nunca vista ni jamás repetida.
Cuando Argentina fue campeón los argentinos fuimos felices y los hinchas de Independientes con un plus mayor. Es que aunque ya jugaba en el Nantes de Francia, “Burru” seguía siendo de Independiente y sabíamos que así sería siempre.
Burruchaga integra el selecto grupo de los distintos en el fútbol, por sus formas y por su juego.
Fue socio estratégico de Diego en México como lo fue antes del Bocha en Independiente del 82, 83 y 84.
Burruchaga como sólo los grandes lo logran escribió capítulos grandes. Dos años antes del mundial ya nos había regalado un gol/golazo con el mismo sello. Fue la mágica noche del 27 de julio de 1984 contra Gremio de Porto Alegre en Brasil, cuando en una corrida desde atrás, (más corta pero similar), tras recibir el pase del Bocha marcó el gol del triunfo y que nos dio la 7° copa Libertadores. Una vez más el título de Rey de Copas se ratificaba y Burruchaga sellaba con su gol una lección de fútbol que lo tuvo a él junto a Marangoni y Bochini como actores principales.
Dos historias de gloria y el mismo protagonista.
Una vez en un reportaje el dijo que con el Mundial 86 sabe que hicieron algo grande para el fútbol argentuino.
Es así.
Lo que no sé, es si sabe además, cuan grande fue lo que hicieron en la gente, porque es difícil para los humanos dimensionar las emociones que provocamos en el prójimo con nuestras acciones.
Más difícil aún en el mundo del fútbol donde se pasa de la aclamación al insulto y al desprecio en un abrir y cerrar de ojos. Se es héroe y se es villano sin ningún atenuante.
Quizás saber que tantos miles de desconocidos para él, no lo olvidamos y tengamos los recuerdos intactos muy bien guardados ayuden.
Por eso siempre es bueno poner en valor las cosas.
Recordar y reconocer. Celebrar y cuidar a las personas que nos hicieron bien porque además por aquello que hicieron se convierten en ejemplos a seguir.
Burruchaga es para los más jóvenes un ejemplo a seguir y nosotros los más grande tenemos la obligación de que lo sepan
Hoy esta de nuevo en casa con nosotros es nuestro deber reconocerlo y agradecerle
Gracias Burru.