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Columna de Opinion

Demasiado Lío para tanto encierro

Demasiado Lío para tanto encierro

Señoras y señores, de pie. Estamos ante la presencia de la historia viva del deporte más hermoso. Ha venido a causar lío desde el primer día que conocimos su gambeta endiablada, y estamos ante la consagración angelical de una leyenda inigualable.

 

Oíd, mortales. Hubo tributo a Juan Román. Sabemos que tiene guardado su as de espadas para libertar al pueblo en homenaje a su d10s. Esta pulga está mostrando su capacidad de hacer roncha. Primero, acallando al engreído, con respuestas humildes.

Un pronunciador de frases callejeras, campestres, del interior profundo de un país que adolece y expresa su grito bipolar condenado a enraizar a prueba de boleadoras, inflaciones, sutiles piques cortos y pases en profundidad, que a paso chiquito y cuasi desgarbado elude toda oposición frustrante y dañina y planta bandera al mundo para que lo proclamen Rey.

 

Del otro lado existe el príncipe Kylian, que exige en su dinámica socarrona y temprana edad su segunda corona. Pero Messi buscará tomar la Bastilla y hacerse acreedor de, quizás, el único trofeo en pie que le queda por ganar. Quien no sepa de caballerosidades, hablar antes o después del partido, tan solo debería callar y disfrutar. Es un momento irrepetible, inconcebible por la mente humana a tiempo presente, el de un campeonato mundial de fútbol ganado por tu país. Sólo un brasilero puede decir que le pasó dos veces seguidas en su corta vida, o algún francés o alemán nacido en los noventas. En mi caso tenía 5 años cuando Maradona quiso conquistar la redonda en México. Viví además dos finales perdidas en 1990 y 2014, tengo un hijo de 7 años, y vivimos en Barcelona, ahora que Messi puede lograrlo este domingo en Qatar.

 

Un Gladiador dispuesto a desterrar la idea de un líder que se impone. Messi te la deja ver, es honesto con sus cartas, no corre toda la cancha y espera su momento oportuno de actuar. Sencillo, claro, a tiempo, y certero. Cuando tiene esa mirada encendida nada puede con él. Ningún bobo podrá opacar su canto, y tiene una pieza para cada corazón argentino abierta, como que me lo figuro recibiendo mate en mano a cualquier argentozoo que quiera conocer sus instalaciones.

Da paso y pase, sirve a la mujer el desayuno a la mañana. Messi hace lío pero después te ordena. Pelotea con sus hijos y el megaperro que tienen y te arropa al dormir. Te tira la pelotita al pie donde pises, y te clava un penal en donde corresponde porque aprendió de su propia derrota. Nos la hizo pública en sus finales perdidas. Besó el polvo y supo incluso retirarse. Y volver. De la mano del otro Lionel.

 

Este Lío es gordo, señores. Causa un revuelo pueblerino extremo, en el país más polar sureño del mapa, y solo un argentino sabe lo que un argentino es capaz. Aunque ese pensamiento es bastante sectario. Más bien creo que quien conoce un argentino sabe lo que un argentino puede sentir o pensar. Porque sí, se trata de algo tribal, una consigna y epopeya conjunta que envuelve incluso a los argentinos distantes por alguna u otra razón. El fútbol no entiende de razón. La distancia tampoco. Te entusiasma lo que te entusiasma, y si entrás en el rollo de la pelotita es que un buen aspecto de raíz popular tenés. Algo te une al clamor de la gente, a la masa que te arrastra y te dejás llevar.

 

En la opresión, en el encierro aún latente de 2020, se cocinó el guiso que quiso que nos metamos en este Lío. Lionel Scaloni asumió un mando remojado en brasas calientes, y supo llevarlo al puerto Copa América. Maracanazo, como le gusta llamarlo a todo argentino de bien. Bien que se pudo y ahora toca ver qué pasa. Fresca está la derrota con Alemania, así que a tomárselo con calma. A un partido de la Gloria eterna. Este asunto es demasiado lío para tanto encierro vivido. Un flor de lío del que nos libraremos y enteraremos su trama predestinada el domingo. A la misma hora, por el mismo canal. TV pública de mi país fue el elegido para vibrarlo y vivirlo a los diez mil kilómetros que nos separan. Latimos igual al mismo ritmo. Cuando la casa es chica, este ‘aguante corazón, aguante’ se hace extensivo a todos. Muchachos, a ganar. Y al gran pueblo argentino, salud.

Por Maximiliano Galin

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