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Columna de Opinion

Pan para hoy, hambre para mañana

Independiente luchó, sufrió y se llevó la clasificación a los octavos de final de la Copa Sudamericana. En tiempos de vacas flacas y en un contexto de casi nulo margen de error por las necesidades del club, se trata de una buena noticia para un plantel que requiere encontrar su mejor versión prematuramente para seguir en competencia.

Si bien superar esta fase a Atlético Tucumán es valorable y anima a pensar que Lucas Pusineri podrá repensar el equipo, tras algunas pruebas y errores, el panorama es preocupante por varios motivos que se irán explicando en instantes.

Resulta un gran acierto del entrenador la elección de Sebastián Sosa. El uruguayo muestra mucha personalidad y respondió de gran manera en sus primeras tres presentaciones. Indudablemente, fue clave para que el “Rojo” pudiera obtener un balance inicial positivo, al menos en cuanto a los puntos.

Sin embargo, Independiente no puede ser Deportivo Sosa. Si no fuera por alguna de las reacciones destacadas del arquero, en condiciones normales perdía con el pobre Central Córdoba y caía con el “Decano”.

Si el entrenador y la comisión directiva piensan en grande, es imposible seguir soñando si no hay algo más de estabilidad. Para los más reacios a sobrevalorar la calidad del equipo, no hay grandes sorpresas.

El partido de vuelta con los tucumanos pasó por varios estadios. Arranque confuso y tembloroso, gol de visitante en el mejor momento del rival, seguidilla insólita de goles errados que podrían haber significado la sentencia de la lleve y un desarrollo del partido que siempre tuvo al local como protagonista.

Todo el sufrimiento vivido esta noche de jueves se debió a no haber aprovechado las ocasiones que se tuvieron en el primer tiempo, fundamentalmente. Más allá de las buenas atajadas del interminable Luchetti, el “Rojo” volvió a desperdiciar sus oportunidades. Nuevamente reflejó su falta de jerarquía para dar ese salto de calidad y terminar los partidos cuando deben terminarse.

Era previsible creer que ese despilfarro de ataques podía derivar en la reacción del dueño de casa. Y sucedió. Empate y a guarecerse.

La vuelta del descanso también se esperaba. El aluvión celeste y blanco estuvo cerca de llevarse puesto a Independiente, aferrado en solo algunos jugadores que estuvieron a la altura, además de Sosa. Tal es el caso de Fabricio Bustos y Alan Franco. Un paso atrás Alexander Barboza, quien igual tuvo descuidos muy peligrosos.

Lógicamente, independiente estaba asediado. Se lo notaba nervioso, errando pases a dos metros y perdiendo la posesión en tan solo segundos. No era solo la presión de Atlético. Le cuesta horrores al equipo sobreponerse a situaciones adversas. Ahí también influye la falta de jerarquía individual. Independiente fue aguerrido en cuanto a lo actitudinal, pero estuvo irresoluto, errático y sin plan. Solo fue contingencia tras contingencia. No se puede confiar en el azar todo el tiempo.

Con algunos cambios, Pusineri pudo adelantar al equipo algunos metros y generarle algunos dolores de cabeza al elenco de Zielinski, apostado totalmente al ataque. Si bien en el final del encuentro, las chances del “Decano” para ganar la serie eran efímeras el “Rojo” otra vez falló en sus contraataques. Un clarísimo déficit a trabajar.

Hay rendimientos muy inquietantes. Por más que corran, la dupla de contención en la mitad de cancha sigue siendo de lo más flojo del equipo. Lucas Romero corre pero no quita y tampoco se destacó con la pelota. Situación parecida de Pablo Hernández, a quien se le nota el paso de los años y su inactividad. No está fino con la pelota y durante enormes lapsos, desaparece de la cancha. Casi parece un ex jugador.

Difícil calificar a Menéndez que rápidamente se lesionó, aunque vale decir que si no encuentra un rápido cambio de imagen, nuevamente quedará sentado indefinidamente en el banco o en la concentración.

Preocupante actuación de Andrés Roa. El colombiano naufraga en su intrascendencia y solo llega a destilar algunos destellos de lo que podría dar. Sus aportes son casi imperceptibles. Lo alarmante es que se asignaron muchas expectativas en su desempeño. No obstante, no parece movilizarse demasiado por esta tónica. Ese es el lugar que debe ocupar Alan Velasco, quien cada partido demuestra su personalidad, atrevimiento y calidad. Debe ser el enganche y tener sociedades cerca para interactuar. Sin depositar toda la responsabilidad, hay que motivarlo e incentivar su creatividad, tal como se hizo en su momento con Ezequiel Barco.

Párrafo aparte para Domingo Blanco. El volante se presenta como multifacético pero en la práctica sucede todo lo contrario. No marca, no distribuye criteriosamente ni termina siendo una carta clara para concretar un buen ataque. Es lo más parecido a Fredes que recuerdo.

Por su parte, Silvio Romero sigue haciendo goles. Erró algunos otros que podrían haber implicado el fin de la historia en Tucumán, aunque está en un nivel esperado. Debe ser suministrado más, y mejor.

Sinceramente, es difícil encontrar puntos positivos más allá de Sosa y de algunos jugadores de la defensa. No hay marca, no hay posesión y en ataque solo se producen algunas ocasiones que se generaron más por acciones desesperadas del rival y no por desequilibrio colectivo o individual de Independiente. Son muchos alicientes demasiados grandes como para pensar en que este equipo puede alzarse con la tercera Sudamericana. Es casi utópico creer en otro Maracanazo. Independiente difícilmente esté a la altura de un equipo realmente serio como Boca o River. Quedará apelar a una reconversión total en las próximas semanas, casi en términos mágicos. Tristemente no se resuelve solo con un retiro espiritual. Parece que faltó trabajo en estos inéditos ocho meses sin acción. Sin embargo, nada sorprende para aquellos que somos escépticos de los cuentos de hadas.

De igual modo, deseo subirme al tren de la energía positiva. Independiente tiene peso específico y nadie ajeno al club puede subestimar al rey.

 

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