Columna de Opinion
Un oasis en el desierto
Ni el más optimista hincha de Independiente creía que iba a poder concretarse el agónico gol que marcó Fabricio Bustos para superar a Fortaleza y avanzar de ronda en la Copa Sudamericana. En medio de un resultado y un contexto adverso, apareció el tanto del “Tractor” para hacer valer esa mística indiscutible que tiene el “Rey de Copas”. Fue un gol de otro partido y de otra etapa de Bustos en Independiente. Sin embargo, en el fútbol no siempre hay explicaciones racionales. El equipo de Lucas Pusineri celebra una clasificación que se había escapado minutos antes de manera insólita ante un pobrísimo Fortaleza.
Ahora, el análisis tiene que ser macro. Este autor comentó en su análisis anterior que dividir las atenciones en tiempos de crisis podría ser contraproducente. Esa opinión persiste en estas horas de jueves por la noche. No hay plantel para afrontar dos competencias, incluso en el formato más liviano que brinda la Sudamericana en comparación con la apretada agenda de la Libertadores. En ese contexto, resulta difícil de creer que Independiente pueda ser un real candidato a llevarse su tercera copa. No hay argumentos serios para sobrellevar esa idea, más allá de apelar a nuestro escudo. No obstante, se reitera, todo triunfo de copa tiene un gusto especial y se festeja desde ya.
Aclarado esto, la manera de clasificar puede representar este esperado punto de inflexión para obtener un envión anímico en épocas de total depresión. Esa inyección de confianza podría evidenciarse en los próximos compromisos domésticos. No es un factor menor para un equipo que convive con su pánico escénico, tratando de enfrentar situaciones que lo superan a menudo.
De todas formas, es evidente que el problema de Independiente no es sólo de moral. Lo único rescatable contra este endeble club brasileño es que en el segundo tiempo los dirigidos por Pusineri se pararon de mejor manera en la cancha. Estuvieron más adelantado en el terreno y existieron distintas insinuaciones en ataque. Fueron algunos destellos en ofensiva que, salvo el gol final, no fueron bien ejecutadas en el último pase, como viene ocurriendo.
No hay volumen de juego. No se vislumbra el trabajo que el técnico asegura pregonar en sus prácticas. Son algunas arremetidas individuales que nunca vencen a su marcador. Es la lucha del jugador de Independiente contra el rival y contra sí mismo.
Es preocupante que no haya un patrón de juego definido. Es un interrogante si el cambio constante de hombres mejorará la actuación del equipo. Se viene probando y no hay mejoras sustanciales. Ahora, seguir utilizando como titular a Braian Romero y Domingo Blanco no tiene ningún sentido. Incluso Gastón Togni, quien sigue siendo improductivo desde que regresó al “Rojo”. Pusineri tiene un tablero con muchos peones y pocos alfiles o torres. Ninguno le cambia la ecuación, ninguno le genera peligro. A los hechos me remito al poner al inexpresivo Cecilio Domínguez que cada partido refleja su desgano por jugar y su motivación para que llegue el quinto día hábil.
Habrá que pensar en esos famosos mix, dándole minutos a los Soñora y los Velasco. Un uso moderado. No es recomendable que sean sometidos a situaciones difíciles de afrontar porque se terminan “quemando”.
La efervescencia del triunfo durará algunas horas. Seguramente hasta las primeras horas de este viernes. La realidad indica que Independiente debe jugar una verdadera final ante Huracán, igual de necesitado. No hay casi margen de error. Independiente no puede perder con todos los equipos de la actual Superliga. Ya perdió con un equipo que casi no le gana a nadie como Gimnasia. Ahora hay un caso similar como el “Globo”. Que sirva como trampolín anímico la clasificación. Si se derrota a Huracán, encarar los entrenamientos otorgará un plusvalor para aprovechar. Se ganará en confianza y dará el tiempo de oro que requiere Pusineri para refaccionar en muchos aspectos a este golpeado plantel.
El análisis detallado existirá en el Ducó el lunes 2 de marzo.
@Nicogallaok