Columna de Opinion
Diego, recién te fuiste y ya te extrañamos
El fallecimiento de Maradona marcó un quiebre. Se fue el mayor ídolo de la Argentina. Ese que de chico alentó en la Doble Visera y siempre mostró su cariño por Independiente.
“Me vinieron unas ganas de llorar bárbaras cuando me acerqué a la tribuna de Independiente porque yo estuve en esa hinchada. Me dura la emoción porque realmente los quiero mucho a los hinchas de Independiente. Porque viví la época de Bochini, Bertoni, del “Chivo” Pavoni. Es demasiado. Les agradezco con el alma”, dijo Diego Armando Maradona, aquél domingo 10 de octubre de 1993 antes de jugar su primer partido oficial con Newell’s. El “Diez” partió ayer de forma física, pero mucho tiempo antes pasó a la inmortalidad y estuvo ligado al “Rojo” como todos los hinchas del fútbol argentino.
Nacido en Lanús, contó que de chico uno de sus tíos lo llevó a ver los partidos de Independiente en la Copa Libertadores en los años setenta, época de la mejor racha con cuatro títulos al hilo. Como dijo Diego, estuvo en la tribuna local de la vieja Doble Visera de Cemento y por eso se encariñó con nuestro club, más allá de su amor por Boca.
Esa tarde del ’93, cuando volvió a nuestro fútbol luego de doce años, todo el ambiente local estuvo feliz. Es que vimos a un Maradona vigente, cerca de cumplir recién 33 años y con la ilusión renovada de verlo otra vez en la Selección (fue clave en el repechaje contra Australia para clasificar al Mundial de USA 1994). Y qué mejor que su retorno haya sido en nuestra casa.
En ese partido que ganó Independiente por 3 a 1 (triplete del “Beto” Alfaro Moreno), Diego mostró algunos destellos como unas gambetas sobre el lado izquierdo en el primer tiempo y la inolvidable rabona que tapó Luis Alberto Islas, ya en el complemento. “El Pelusa” volvió a vivir y toda la Argentina también. Porque nuestro héroe estaba nuevamente entre nosotros.
La alegría fue general, porque Diego es de todos. Se vio hoy en su despedida que se empañó por los disturbios de esta tarde. Pero fue común ver camisetas de todos los equipos o por caso, ver a un hincha de River y de Boca juntos. Hubo congoja, el dolor sigue, y es posible que aún no hayamos caído y que nos lleve tiempo. Mucho tiempo entender que se nos fue el mayor ídolo de este país.
Es que Diego es muy querido porque solo le dio alegrías a la gente. Por su incondicionalidad con la camiseta de la Selección. Por dejar el 110 por ciento a pesar de jugar con inferioridad de condiciones físicas por algunas lesiones, como el épico partido contra Brasil en el Mundial de Italia 1990, cuando una jugada de antología permitió el gol de su “compadre”, Claudio Paul Caniggia.
Nos cuesta creer que se fue porque esta situación fue el ensayo que hicimos en otros momentos delicados suyos como en 2000 y 2004. Nos imaginábamos lo peor y no lo quisimos ver. Y no lo vimos, porque Diego resucitó, como tantas otras veces. Tal vez él fue la mejor metáfora de la Argentina, esa nación que a veces acarició la gloria, llegó a la cima y muchas otras vivió –y vive- el punto extremo.
En el medio nuestra gente. Esa que el “Diez” le dio todo lo que tuvo (y mucho más). Esas Plazas de Mayo reventadas con un júbilo increíble que llevó a celebrar el subcampeonato mundial de 1990 como si se hubiese traído la copa. Es que Maradona es único e irrepetible porque nos robó una sonrisa y nos hizo emocionar. Desde el 26 de noviembre de 2020 la historia de la Argentina cambió para siempre. Es el día 1 después de Diego. Sobrevivimos a su retiro del fútbol en 1997. El gran interrogante es si sobreviviremos a esto…
El año pasado, ya como director técnico de Gimnasia y Esgrima de la Plata y en su última visita a la cancha de Independiente, ratificó su respeto y cariño a nuestro club. Repitió su idilio por el “Bocha”, a quien definió como el “número 1” y pidió que el estadio lleve su nombre. Si lo dijo el más grande de la historia, es para pensar. Gracias por todo Diego.
