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Columna de Opinion

Realidad mata relato: la verdad sobre Sebastian Beccacece

Son horas en las cuales Sebastian Beccacece es noticia por la Recopa ganada en Brasil. Sin embargo, un partido ganado no corrige una carrera plagada de fracasos consecutivos.

Que el árbol no tape el bosque. Que los flashes no obnubilen el criterio. Que el buen gusto y el raciocinio predominen sobre los resultados de un partido.

Son premisas claves para entender que las formas importan. Que siendo serio, responsable y honrado tarde o temprano cosecharás lo que sembrarás.

Sin embargo, muchos otros van por el camino del relato, diseñando una carrera plagada de falacias y en pos de crear una imagen que nunca se materializa con la realidad. Tal es el caso de Sebastian Beccacece, quien nuevamente es ponderado por algunos resultadistas, disfrazados de amantes del buen juego y de las excentricidades, tras la Recopa ganada en Brasil con Defensa y Justicia.

Es alguien que nunca demostró realmente la calidad que dice tener. En el inicio de su carrera como técnico, tuvo un fracaso estrepitoso en la Universidad de Chile, donde no podrá volver.

Acto seguido, llegó al Halcón donde recién en el final de su gestión logró una buena racha de partidos ganados. No obstante, deja interpestivamente el club y se va con Sampaoli a la Selección, siendo uno de los coautores del desastre y el papelón de Argentina en el mundial.

No solo por su juego y el resultado de los partidos, sino por generar una relación tóxica en el plantel, casi rozando el amateurismo y traicionando a muchos referentes del plantel.

Tras su lógica salida, regresó a Defensa donde logra su única buena campaña, en el formato de un torneo corto. Fue el trampolín para llegar a un grande.

Tristemente fue en Independiente, donde se encargó de terminar de destrozar económica y deportivamente al club. Ganó un título: el título de ser el peor técnico de la historia del club. Desde ya qué hay otros hombres que le pueden competir. Sin embargo, nadie tuvo tantos esos recursos en tan poco tiempo y nadie los despilfarró de esa manera (15 millones de dólares en un mercado de pases). Es verdad que fue empoderado erróneamente.

Fue una pésima decisión para alguien que, cómo Holan, selecciona jugadores de una franquicia amiga antes que enriquecer objetivamente a sus planteles. Su horrorosa campaña en el Rojo le permitió recaer en Racing, donde también fracasó. No le alcanzaron las frases grandilocuentes.

Quiso hacer un relato tan falso que el hincha de Racing no le creyó.

Sin demasiadas ofertas, pese a su continuo marketing fogoneado por algunos periodistas afines, debió volver a Defensa donde, por mérito del equipo que gestionó Crespo, pudo jugar la Recopa. Fue ante un pésimo campeón de la Libertadores como es Palmeiras.

Los flashes y el discurso de un hombre que prefiere las palabras difíciles por sobre la claridad de los conceptos, volvieron a aparecer y nuevamente se lo nombra como un entrenador de clase. No hay un indicador serio para respaldar semejante afirmación, pero en épocas de posverdad, Beccacece se desenvuelve como ninguno en el ambiente.

Podrá tener esfímeros buenos resultados que le permitan sobrevivir en el mundo del fútbol. Podrá hacer creer a la gente que es pulcro y sincero. No obstante, tanta basura debajo de la alfombra, será imposible de esconder. Tarde o temprano todos sabrán que él está donde está porque Bragarnik es amo y señor de los representantes.

Un ser temido en el ambiente por el poder que obtuvo. Además de ser casi el “presidente” de Defensa, es quien decide quién va a tal club o al otro, casi como un juez. Es quien decide si sos parte del sistema o no.

Sino pregúntele a Dabove, quien tenia rodó arreglado con Independiente hasta que Bragarnik se lo llevó a San Lorenzo. Ese es el mundillo de Beccacece, quien se muestra cómo parte de una renovación que solo nos hace acordar a las peores épocas del fútbol argentino.

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