Columna de Opinion
Independiente, en terapia por el Moyanovirus
El fútbol argentino está paralizado hace más de cuatro meses y en este tiempo, así como la propia cuarentena, hemos ido viviendo distintas fases de esta era de abstinencia de la redonda. Ahora, como con el virus, parecemos acercanos al pico, pero de malas noticias.
A poco de empezar, dominó la nostalgia y en eso, los del Rojo, ya somos campeones: nuestras glorias pasadas, sean los títulos o sus próceres, dominaban la escena. Y por un rato recuperamos la alegría. Fotos, algún video ya borroso, entrevistas. Nada faltó.
Pero el tiempo pasó y aunque aún reina la incertidumbre sobre el regreso a las canchas, Independiente vive su peor momento en años: nadie se quiere quedar en el club. El cataclismo financiero nos ha hundido en el más oscuro de los mundos.
Jugadores por los que el club pagó millones de dólares terminarán libres, cuando aún debe millones por ellos (que hay que pagar) y también les debe millones a ellos por los sueldos atrasados (que también debe pagar). Ejemplos sobran: Cecilio Domínguez, Silvio Romero, Gastón Silva y una lista interminable.
El último torneo fue el peor desde que volvimos del trágico descenso y el 10 de marzo, en este mismo espacio, escribí: “Nada pero nada indica que podamos mejorar hacia adelante”. También decía que sólo nos volvería a ir bien cuando nuestros dirigentes fueran como los de antes, con Don Pedro Iso como ejemplo.
Aquel 10 de marzo era imposible imaginar lo que vino apenas diez días después, pero Independiente ya tenía su propio mal: el Moyanovirus. Y desde ese momento sólo nos hemos agravado. Ahora, estamos en terapia intensiva luchando por nuestra vida.
El problema es que el futuro del Rojo depende precisamente, al menos por un año y medio más, de los mismos que no sólo lo llevaron a donde está ahora sino que ya han demostrado que están profundamente incapacitados para recuperarlo.
