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Columna de Opinion

A mi viejo que también disfrutó del Orgullo Nacional

Tengo junto a mis dos hijos mi platea en la Erico Baja. Cada vez que vamos al estadio con Ariel y Jonathan, repito la misma conducta. Miro hacia el otro lado en dirección donde estaba el famoso “CODO”.

Era el espacio de tribuna donde se unían en la vieja y querida Doble Visera la hoy tribuna Bochini baja con la tribuna visitante, la hoy tribuna Sur y sin rejas. Eran los tiempos en que las hinchadas de ambos equipos daban ese color único e inigualable a la sana competencia del juego. Tiempos más lógicos, de más calma, de convivencia pacífica. Donde la rivalidad era simplemente eso.

Miro hacia allí y me busco en ese día único donde entré con mi viejo por primera vez a la cancha a ver a “Mi Independiente”. 16 de Mayo de 1971. Recuerdo el hormiguero humano en Alsina y Cordero, el humo de la “locomotora” que vendía maní caliente, la belleza del Turrón Japonés de color rosa y blanco brillante que el vendedor cortaba a ojo y daba la yapa a los chicos y retengo el aroma de la pizza de cancha a la salida, todos lujos caros que no estuvieron a mi alcance ese día y seguramente por eso los recuerdo tanto.

Aquella ocasión tiene un valor más para mi. Un encanto mágico imborrable, que a medida que avanzo en la vida con mis hijos ya grandes y compañeros y mis nietos colgados de mis brazos y hombros toma mayor fuerza y significado.

Mi viejo hizo la fila como se acostumbraba y sacó una sola entrada. Yo tenía 11 años y era muy alto además para la edad. Ya no pasaba por menor. Mi viejo no tenía plata para dos entradas. Pero esto no lo supe hasta cuando pudimos ingresar. Puso su brazo en mis hombros y nos quedamos parados al lado de la entrada.

Habló sin que yo escuchara con el “control”, y esperamos. El partido había comenzado. el griterío de las tribunas me lo indicaba. De pronto cuando ya todos habían ingresado, el hombre gordo, de imagen bonachona, y de ojos grandes bajo una boina gris clarita que cuidaba la entrada, se acerca y me dice: “Veni Hijo!”, me toma de la mano y entre medio de mi viejo y yo ingresamos triunfantes. Nunca olvidé el tono de voz de ese “Vení Hijo”; como tampoco olvidaré jamás la cara de orgullo de mi viejo de poder cumplirme sin mi entrada mi sueño de ir por primera vez a la cancha del Rey de Copas. Para mejor con 2 goles de Maglioni le ganamos 2 a 0 a Banfield, fecha 13 del Campeonato Metropolitano que ganaríamos con un punto por encima de Velez.

Pedro, mi viejo, fue de River, fanático. Pero tuvo la grandeza de dejarme ser y crecer en mi identificación con Independiente. Fueron los años de Oro del Orgullo Nacional mientras transcurrían los 18 años de sequía de los Millonarios. Yo de chico y hasta hoy juego de arquero. Mi ídolo fue y es Pepé Santoro y mi viejo me desafíaba que Amadeo Carrizo fue mejor.

Yo le hablaba de Bernao “el poeta de la derecha” y el me quería retrucar con el uruguayo Luis Cubillas, le demostraba que Artime fue más goleador en el Rojo que en River, y a él le daba pena que River nos haya regalado al Zurdo López y a Pancho Sá.

Disimuló su bronca cuando con los 3 penales del Conejo Tarabini y el gol de Chirola Yazalde salimos aquel lunes de 1970 campeones contra Racing en el Cilindro y dejamos segundos a su River por un gol de diferencia. Se bancó en la visitante del Monunental cuando en el 71 cuando con gol de Patoriza de tiro libre les ganamos 3 a 2 y me abrazó fuerte en el Monumental cuando nos ganaron 7 a 2 con aquel golazo de Alonso, un gol con una técnica que mismo Pelé  intentó y no pudo concretar. Y se sentó junto a mi frente a la tele para gritar el golazo del Bocha contra la Juventus en el 73.

Peleábamos por quien era mejor si Alonso o el Bocha y nunca había acuerdo. Disfrutó conmigo cuando Perico Pérez vino a atajar al Rojo en el canje con Perico Raimondo y ganamos la 6° Libertadores de América. Y yo lo abracé y estuve en la calle cuando al fin River fue campeón en ese mismo 1975. Luego yo me fui a Venezuela a vivir y él me mandaba los recortes de los partidos del Independiente campeón de Brindisi del 94. Y mil recuerdos más. Sobre todo nuestro campeonato en Avellaneda con los golazos de Bochini en el a Fillol en el 78!!!.

Hoy 3 de marzo es el día que se fue. Su corazón dejó de latir en soledad en el Hospital Fernández en el mismo momento exacto que yo escuchaba por primera vez el ritmo del corazoncito de mi hijo Ariel en la panza de su mamá. En ese preciso instante sonó mi celular con la noticia fatal. La vida al final y la vida al comienzo se me hicieron presente un día como hoy hace 25 años a las 17 hhoras. Se había descompuesto trabajando en su taxi.

Como cada uno con sus padres, yo tengo mil cosas para recordar a.mi viejo y homenajearlo. El fútbol atravesó nuestras vidas como la de la mayoría de los argentinos. Sus historias de jugador frustrado que se probó en Chicago, sus anécdotas de juventud  con sus amigos, los picados en la calle y sus pasión por River son legados de afecto para siempre.

Escribo hoy en homenaje y porque la escritura logra que sea más llevadera la angustia de la evocación de su adiós sin despedirnos y mas dulces y alegres los recuerdos  y aprendizajes. Y porque valoro mucho que contra la tradición futbolera familiar y el “mandato” el me permitió mi identidad con los Diablos Rojos.

Es más, la alentó, la respeto y me ayudó a ser cada día más fuerte en mi convicción y en esta identidad elegida. Yo  hoy la vivo orgulloso y tengo la dicha que mis hijos la continúan.  Por eso cada día de partido desde mi platea y aunque ellos se rien yo les muestro el lugar donde estuve la primera vez, donde lo tuve a Santoro parado en el arco sintiendo que podía tocarlo y el me veía y explicándoles lo que eso representó que es lo mismo que siento cada vez que el Rojo de Mi Vida salta al campo de juego: la misma ilusión de aquel día lejano.

Y la misma convicción que compartimos los verdaderos hinchas, los apasionados de siempre. Los que siempre estaremos para volver a crear esos años de oro que mi viejo el hincha de otro club como tantos otros aplaudió. Los que estaremos para dar vuelta esta página de mediocridad y pena que será solo un pésimo recuerdo pero señal y advertencia de lo que no debe volver a ser. Lo que no se puede permitir que se repita.

¡Gracias Viejo!

@clauavruj

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