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Columna de Opinion

Al gran Amadeo Carrizo salud

No hay para mí posición más hermosa en el fútbol que la de arquero. Aún hoy cada sábado en los partidos con mi equipo de veteranos siento el mismo placer al ponerme el buzo y los guantes que iguala y trae al presente la sensación vivida cuando mi tío Federico me regaló mis primeros guantes. “Son los que usa Carrizo”, me dijo.

Delgados en su material y con tiritas de goma con puntitos antideslizantes en los dedos, que se descocían tras cada partido y que mi madre trataba de volver a coser, porque por sobre todas las cosas, debían durar.

Soy arquero desde siempre, mejor dicho juego de arquero sin que eso haga presumir que tenga cualidades para ello. Quise serlo, lo juego desde chico, quise ser profesional como todos pero no fue posible, antes estudiar. Esa era la premisa de aquellos años. El éxito viene con el estudio era la premisa en casa.

Lo juego aún hoy en mi equipo de veteranos, en Macabi antes, y en Weitzman ahora, en la liga de la Comunidad Judia desde hace más de 20 años cada sábado y también en cuanto picado pueda.

Me enamoré de este puesto por Amadeo Carrizo, siendo yo muy chico viéndolo jugar junto a mi viejo y sus amigos desde la San Martín baja en el Monumental. Verlo en la cancha era reconocer una autoridad y presencia pocas veces vista desde el arco que se transmitía más allá del campo de juego. La seguridad del triunfo se sentía si se sabía que él atajaba ese día.

Fue en esos años que la palabra de reconocimiento a cualquier arquero pasó a ser Amadeo. Que la correcta palabra arquero es desde ese día Amadeo. Y fue por el que muchos años después el Senado instaló por ley el día de reconocimiento a los arqueros el 12 de junio. Fecha de su nacimiento.

El fútbol como a todos nos pasa me lleva a mil recuerdos y ellos están atados a mi viejo o mejor dicho junto a él. Recuerdo hoy el día que a Amadeo Carrizo obtuvo su récord aquel 18 de agosto de 1968 en la cancha de Velez. 769 minutos invicto.

Estábamos los dos en la cocina escuchando a José María Muñoz en su relato. La radio era una Ranser gris y negra eléctrica. Yo ya era de Independiente y ya Santoro ocupaba mi atención. Mi viejo tomaba mate y cada tanto me ofrecía uno, por suerte tomaba dulce. Mientras escuchábamos y mateábamos intentábamos armar un barco de guerra que me habían regalado, tarea que quedó inconclusa por falta de habilidad y prolijidad.

Y de pronto, mi viejo que se levanta y agitando un brazo y grita: ¡Amadeo viejo nomas! ¡Amadeo viejo nomas! Luego vino el gol de Bianchi pero ya nada importaba. Me acuerdo que fui a mi pieza y me puse los guantes, yo era arquero y ese era mi homenaje. Yo tenía 6 años. Pero recuerdo también dos años antes el partido de Chile y como sufrió la derrota, pero más porque no podía darse crédito a que el gran Amadeo había sido responsable. Ese domingo de agosto del ’68 fue la revancha.

Por suerte el tiempo puso las cosas en su lugar y Amadeo para siempre será sin duda “Amadeo el Grande”. Luego la vida me dio la oportunidad de cruzarlo varias veces y hasta tener un autógrafo de él. Hoy cuando supe que se fue sentí una gran pena.

Fue un modelo para mi con el cual me identifiqué. Luego vendría Santoro a compartir ese lugar único dentro mío para hacerme sentir el mejor del mundo cada vez que me paraba en un arco, ya sea con 2 bolsos que lo marcaban  en el potrero o el parque, dos piedras en el patio de la escuela o un portón en los partidos en la calle en Floresta.

Y mismo ahora cuando llego al área y miro el arco y toco los postes y el travesaño antes de empezar el partido.
Gracias Amadeo donde estés por lo que me diste a mi y a tantos sin saberlo. Amar el fútbol y disfrutar de una atajada o sobreponerme a un gol.

El fútbol entre tantas cosas indescifrables tiene tanto de afectos y emociones, de sentimientos  e identificaciones que es lo que lo salva y lo sostiene entre tantas miserias.

Chau Amadeo. Siempre Agradecido.

@clauavruj

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