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Columna de Opinion

Asomándonos al futuro

“Luna de Avellaneda” es una de las películas más hermosas y testimoniales de los últimos años. Lo es tanto por su ternura y  sensibilidad en el tratamiento de temáticas profundamente ligadas a los argentinos como la pertenencia e identificación con un club, como así también por confrontarnos con los cambios culturales que se van dando en la sociedad y que por ende repercuten en la vida institucional haciéndonos actuar de distintas maneras tratando de dar las respuestas apropiadas.

Un club, como toda institución, genera cultura. Define, asume y ejercita valores que son en definitiva los que le dan su particularidad y sello que la distingue. Infinidad de autores lo explican y describen y que si bien no es momento de describirlos o citarlos aquí, sí es oportuno sugerir a muchos de los dirigentes del fútbol argentino que abreven en ellos.

Es cierto y comprobable que cuando esa cultura con sus valores son vapuleados, avasallados e ignorados en algún momento aflora la reacción que expresa el reclamo por lo perdido junto al enojo por los ideales defraudados.

Es sin dudas cuando comienzan a soplar los aires de cambio, necesarios y oxigenantes.
Esto es lo que se vislumbra en Independiente. Es inevitable y es saludable.

Ahora bien, el tiempo por venir deberá ser el de los apasionados, de los soñadores,  de los que juegan en equipo. De los que apuestan al capital humano como motor transformador y generador de oportunidades. Deberá ser el tiempo de los que son reconocidos como pares porque en efecto lo son y porque son parte de la construcción común, de la casa común.
Hacer que Independiente vuelva a ser grande y posible no requiere de héroes e infalibles.

Nunca  los requirió en realidad y cuando los que se creyeron serlo emergieron o fueron impuestos ante el vacío institucional, fuimos y  somos testigos de ver como sus proyectos se agotan y fracasan más allá de algún logro que encandile, porque son siempre individuales y así nos hacen fracasar a todos.

Definitivamente el tiempo que ha de venir deberá traer liderazgo y no héroes. Ideas y no palabras vacías, deberá ser de construcciones sólidas y sostenibles y no de hechos demagógicos y contradictorios.

Días atrás los portales partidarios recordaban a Pedro Iso, ejemplo de dirigente perteneciente a un selecto grupo de décadas pasadas que dejaron huella. Yo recuerdo que al nombrarlo tanto, periodistas, hinchas y colegas de todos los clubes anteponían el “don”. Eso solo significaba ubicarnos ante la presencia de alguien que gozaba del reconocimiento y el respeto ganado por la conducta puesta de manifiesto  y no por la prepotencia ni la violencia de la palabra o lo actos.

De Don Pedro Iso a hoy, nadie ha logrado ese reconocimiento en Independiente.

Y llegará nuevamente el día, como lo fue en el pasado ya muy lejano,  en el que alcanzar el bien común en el club será como lo es en nuestras vidas privadas. Porque en definitiva  la vida en comunidad es la de la familia extendida donde los ideales son compartidos, como lo es el esfuerzo por cristalizarlos y alcanzarlos.

Estamos en un momento en el que los valores como la honestidad, la capacidad y la confianza se ven cuestionados, y por ende el futuro comienza a vislumbrarse negativamente.

Por ellos creo que con los nuevos vientos que soplan y  que son alentados por muchos más que unos pocos, deberán surgir indefectiblemente los apasionados, los soñadores, y los que juegan en equipo.

Vuelvo a Luna de Avellaneda en su escena final. Y rescato a Román el personaje  entrañable de Ricardo Darín que se pregunta con angustia y optimismo, reafirmando su pertenencia e  ideales: “¿Cómo se hace un club nuevo?”.

La pregunta  nos alcanza hoy a los socios e hinchas del Rey de Copas, no porque se necesite crearlo sino porque es necesario recrearlo. Quizás la pregunta deba ser corregida por “¿Como se hace el club de nuevo?”.

Es tiempo entonces de los apasionados, los soñadores y de los que trabajan en equipo, en horizontalidad, y que deberán ser Disruptivos, Creativos e Innovadores, rescatadores de  los valores del pasado glorioso que alimenta las ilusiones presentes, intérpretes de las exigencias del presente e imaginativos de los escenarios futuros en donde dejar huella para que la tradición de éxitos y realizaciones nunca más sea desvirtuada ni mal tratada.

Aparecerán yo se que sí.

Nos lo merecemos.

Claudio Avruj

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