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Columna de Opinion

Día del Veterano y los caídos en la Guerra de Malvinas: el fútbol debe una disculpa

Hincha de Independiente como su abuelo y su padre, nacido y criado en Villa Modelo, muy cerquita de Avellaneda, apenas a 20 cuadras de la “Doble Visera” a donde iba a pie con ellos cruzando las vías del tren por el terraplén, mi amigo “Mare”, el “Dogor”, como también le decimos, es Veterano de la Guerra de Malvinas.

Él, Marcelo Lapajufker, su verdadero nombre, escribió un libro bellísimo “Hay dos cartas sin abrir”, en el cual tuve la dicha de colaborar y cuya lectura recomiendo porque no sólo habla de su persona, sino que nos permite palpar el sentimiento de la gente común en aquellos meses aciagos y es, como cada veterano, la voz de miles para que el recuerdo tierno y respetuoso no cese.

Mare trajo consigo todas las cartas que almas anónimas les escribieron a los soldados en Malvinas. Cuando el soldado inglés que lo hizo prisionero se las quiso confiscar junto a todas sus pertenencias él se negó: “No te las puedo dar, son lo único que me queda y que me recuerda quién soy”, contestó sin quizás pensar el valor de cada palabra en ese momento límite, pero sí dejando en claro el sentimiento que lo invadía.

Cada año, después de la guerra, casi como un ritual, casi siempre en soledad, tomaba la caja donde las guardaba cuidadosamente, las releía o a veces simplemente las observaba o sólo las tocaba.

Al cumplirse el 25° aniversario de la guerra, su hijo pidió verlas en familia y allí sorpresivamente encontró que había dos que nunca se abrieron. Cuando da sus charlas sobre el libro, Mare suele decir: “Nosotros nos dimos cuenta bastante tiempo después que mientras muchos se morían, mientras dábamos la vida, el país seguía el Mundial de Fútbol de España, al que la Selección Argentina, ganadora de la Copa del Mundo anterior disputada en nuestro país, viajó pese a conocer lo que sucedía”.

Como la inmensa mayoría yo vi ese partido contra Bélgica, lo hice con amigos y me enojé con la derrota.
Fue “el día anterior a la rendición”, el gobierno militar y los círculos allegados e influyentes sabían qué estaba sucediendo. Sin dudas, la dirigencia de la AFA de entonces también, pensar lo contrario es subestimarlos. Nosotros, la gente común, no, para el pueblo las noticias aún eran “Vamos Ganando”.

Se jugó mientras Mare y miles combatían con coraje y heroísmo, cumplían sin descanso la misión de recuperación para la que fueron convocados. Se jugaba y se alentaba a la Selección al mismo momento que ellos, allá en las Islas, lloraban a sus compañeros muertos, sentían la humillación de la derrota y el dolor del abandono que los dejó sin los elementos indispensables para la lucha, sin la comida y el abrigo para “estar bien”.

Se hizo correr a la sociedad tras la pelota una vez más.  Se trató de distraer a la población tal como se había hecho cuatro años antes, en el Mundial ’78, en medio de un ignominioso clima de dolor, angustia y tristeza generalizado.
Mare suele decir que la guerra como a todos los que allí estuvieron “les robó la juventud”, que allí en el frente y luego al retornar la vida los puso en un lugar para seguir luchando sin darles tregua”. La vida siguió…

Por esto y mucho más yo creo que hay una disculpa que aún falta de las muchas que deberían darse en nuestra Argentina de hoy, y es la que debería venir desde el fútbol este 2 de abril, Día del Veterano y los Caídos en la Guerra de Malvinas: un pedido de perdón institucional por haber tomado la decisión de hacer jugar a la Selección Argentina en el Mundial de 1982 en plena Guerra de Malvinas.

Lo he buscado pero lejos de encontrarme con la disculpa que esperaba hallar, me topé con las declaraciones de Julio Grondona del 7 de mayo que dice textual: “Argentina se presentará, salvo si decide lo contrario la Junta Militar. Tan sólo en caso de una agravación considerable se podría contemplar una renuncia”.

El texto pone de manifiesto la sumisión al poder de turno y la indiferencia perversa a la realidad de ese entonces. El 2 de mayo, cinco días antes de esa afirmación vergonzante, el Crucero General Belgrano había sido hundido fuera de la zona de conflicto por el submarino nuclear Conqueror. 323 soldados argentinos, de una dotación de 1093, murieron en el ataque.

¿Hacía falta esperar mayor agravamiento del conflicto para suspender la presencia? Burdas mentiras.
La guerra se extendió hasta el día 14 de junio. Hasta ese momento la situación fue empeorando y deteriorando fuertemente para nuestros soldados. Cruentas batallas se produjeron el día 12 de junio en Monte Longdon, y el 13 (día del partido inaugural) en Monte Tumbledon, con 50 y 32 soldados argentinos caídos respectivamente.
Aprendemos que la historia es el recuento de acontecimientos que han definido épocas y tendencias en el ser humano.

Es cierto en aquellos años de oscuridad en nuestro país el miedo y el terror ocupaba un lugar central. Cada uno podrá sacar las conclusiones que considere sobre las dirigencias de entonces.  Pero, sin duda, por el conocimiento que se va adquiriendo e incrementando según el tiempo va pasando, creo que sería un acto de salud institucional un gesto de reconocimiento al error, al daño, a la indiferencia a la cual el fútbol argentino fue arrastrado como tantas instituciones.

Le haría muy bien al fútbol y a todos.

Enseña Vargas Llosa, el exquisito escritor peruano: “El espectáculo se ha convertido en el valor de nuestra época. Ya no hay valores, nadie sabe qué cosa es buena, qué cosa es mala, qué cosa es bella, qué cosa es fea. Vivimos en una de las épocas más confusas de la historia”.

Que ello deje de ser así, depende de todos. Las efemérides nos dan enormes posibilidades para entender, crear conciencia, educar, sensibilizar y reparar.

Una lección fundamental que nos deja este triste episodio de Fútbol y Política, es que un indicador importantísimo de buena salud de toda institución de la sociedad civil “su independencia al poder político de turno y más aún en democracia.” Deben serlo para cumplir lealmente con sus objetivos. Lamentablemente nuestro fútbol está muy lejos de ello, lo sabemos, y las consecuencias están a la vista, permanentemente.

La historia está allí para que aprendamos y quizás los cambios sociales que traerá esta crisis humanitaria nos permita comenzar a modificar la realidad que nos envuelve.

Dice Mare en sus charlas: “Todos tenemos heridas que a lo largo de la vida los dolores van dejando, cada uno las tenemos y como somos distintos, cada uno las tenemos de distintos colores, lo importante es qué hacemos con ellas”.
El fútbol y su organización en nuestro país han dejado muchas heridas abiertas.

Este nuevo aniversario de la guerra nos debe ayudar a pensar y animarnos a cerrar aunque sea una. No fue suficiente que el torneo de fútbol de 1982 se llame “Soberanía en las Islas Malvinas”.

Quizás el 13 de junio próximo, cuando se cumplan 38 años del partido con Bélgica, los dirigentes de la AFA y del fútbol argentino, lo tomen y piensen en los veteranos y los héroes, en las familias y en la gente como corresponde.
Bob Marley escribió: “No hay peor pecado que provocar lágrimas en una cara que nos ha regalado sus mejores sonrisas”.

Reconocer errores nos hace mejores.

Siempre es momento. Será un gran homenaje a todos los veteranos, a los héroes caídos y a sus familiares. Será una señal de madurez y salud institucional que ayude a suavizar las heridas de las que habla Mare.
Estoy seguro.

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