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Columna de Opinion

¡Enzo Trossero, maestro!

Enzo Trossero. Si me preguntan cuál es el primer recuerdo de cancha que tengo, debo responder Enzo Trossero. Comencé a ir a la cancha a finales de la década del setenta. Con Independiente ganando todo. Con el Rojo de las hazañas y de la gloria. Mi papá, mi hermano mayor, mi abuelo. Luego un vecino, también amigos. Fui casi siempre a la popular pero tuve un año completo de palco, pocas veces fui a la platea. En aquellos años la Cordero temblaba de una manera que no se podía creer, luego fue platea, pero cuando era popular era una locura.

Ir a la cancha era espectacular. Ir a la cancha de noche, con la camiseta roja iluminada y el verde del césped era inolvidable. Yo era chico y los jugadores parecían gigantes cuando uno iba a la popular junto al foso. Recuerdo un partido nocturno y una jugada puntual. Enzo Trossero bajaba a toda velocidad, tenía que cortar un ataque y corría cada vez más cerca de la línea. Recuerdo que venía hacia nosotros a todo tren y llegó a cortar la pelota y patearla afuera, pero en su envión se llevó puesto al juez de línea, que salió volando y quedó junto al borde del foso frente a mi papá y a mí. Me impresionó esa escena. Trossero dejando todo para cortar un ataque, sin importarle otra cosa más que hacer su trabajo. Me impresionó mucho esa jugada. No me la olvidé más. Enzo Trossero siempre fue uno de mis ídolos futbolísticos y ese momento para mí era el resumen de su trabajo en la defensa.

Luego vi muchos partidos más, claro. Incluso el equipo entrenó un tiempo en la cancha del Parque Domínico y con mis amigos íbamos a ver el entrenamiento y a pedir autógrafos. Tenía todos. Obviamente el de Bochini, a quien tuve la suerte de ver jugar durante muchos años. También Villaverde, Clausen, Giusti, Killer, Fren, Barberón, Zimmermann, Burruchaga, Marangoni, Goyen, Fossati… seguro la memoria me engaña y me hace confundir recuerdos y fechas. Yo vivía en Wilde y estudié en Avellaneda, por lo que los veía en las calles, en el barrio, Pedro Monzón vivía a la vuelta de mi casa, por ejemplo. Íbamos a jugar a las canchas de fútbol cinco de Clausen, nos cruzábamos en todos lados. Pero esos años donde empecé a ir a la cancha fueron incomparables, nunca más viví una emoción así.

Pasaron décadas de aquellos años. No me olvido de ninguna de las canciones de aquella época, no me olvido de los goles, los abrazos, el saludo y la sensación de ver las camisetas rojas entrando a la cancha. Pero a uno de esos jugadores de aquel Rojo perfecto me lo cruzo de tanto en tanto en Palermo. Todos los sábados salgo a correr junto con mi running team y muchas veces a la ida o a la vuelta, en el Lago del golf de los Bosques de Palermo me lo cruzo a Enzo Trossero. Nunca dejo de gritarle: ¡Enzo Trossero, maestro! No importa cuántas veces me lo cruce. Debe pensar que estoy loco. Algún día me gustaría decirle que él es el primer recuerdo imborrable que yo tengo de la cancha y de mi club, Independiente. Sí me preguntan entonces que significa para mí el Rojo yo contesto sin dudarlo, recordando aquellos partidos digo: Enzo Trossero.

@sangarciacorre

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