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Columna de Opinion

La pandemia roja: diagnóstico tardío, pico de contagio y foco infeccioso

A diferencia de la rápida aparición y propagación del coronavirus en el mundo, en Independiente se sabía de hacía tiempo el diagnóstico económico y futbolístico. Se ocultó. Se buscó tapar el sol con la mano, de tapar la basura en la alfombra. El agua bajó y la mugre salió a flote.

En el marco de esta maldita costumbre de autodestrucción que tiene Independiente, donde los boicots son propios por motivos difíciles de entender, desde la consagración del “Rojo” en la Copa Sudamericana 2017 existieron una serie de negligencias que terminaron en este presente. Una pandemia con heridos que era previsible de curar. Se conoció la enfermedad, pero también se pudo identificar varios de los genomas que conformaban nuestro padecimiento. No se reaccionó a tiempo. Aludieron a que el diagnostico era otro y se siguió un tratamiento que empeoró el cuadro. Existió mala praxis y encubrimiento. Pocos pesos pesados lo denunciaron en su momento. Es fácil ahora contar y hacer frases grandilocuentes sobre la emergencia “roja” por parte de algunos personajes del pasado que ahora tienen insólitos fines electorales desde la oposición.

Cómo no podía ser de otra manera, la grieta termina siendo parte de una interna que a pocos les interesa ya que el trasfondo del problema sigue sin una solución.

Refuerzos caros y sin sentido, sueldos europeos en un club que es deficitario hace 30 años y un mandato totalitario que terminó con el desplazamiento del rey: del todo poderoso Holan y algunos de sus séquitos con oficinas en Puerto Madero.

Ahora, claramente que ese apoderamiento llegó de la dirigencia, principal responsable de una concesión desmesurada. Tras ese error, se sostuvo el mandato de un Gobierno absolutista pero no mucho tiempo más. Se pasó de ese sistema de conducción a uno que hoy en día es casi acéfalo, anárquico.

Saliendo de los moldes de gobierno que existen en Independiente y en el fútbol argentino en general, en horas donde se afianza nuevamente el formato de monarquía al mejor estilo del mandato de Grondona, en el sector mayoritario de Avellaneda hay que pensar hacía adelante.

No había que ser un erudito en matemáticas, en administración de empresas y recibido en alguna carrera de dirigente deportivo para anticipar el desenlace deportivo y económico. No hay ningún ejemplo en el mundo para afirmar que existe un renacimiento simultáneo de 10 o más jugadores mediocres en un plantel. A lo sumo puede reconvertirse uno o dos jugadores. Hay varios casos. Sin embargo, difícilmente uno pueda creer que Barboza, Benavidez, Domingo Blanco, Gastón Togni, Lucas y Braian Romero, Leandro Fernández y Cecilio Domínguez, tengan una recuperación mágica al mismo tiempo. Es fruto de una pesada herencia que le incluye a varios personajes que hoy fueron deportados a otras ciudades o continentes como el “guante” Gaibor, el máximo exponente del postmodernismo a la hora de seleccionar jugadores por compilados en You Tube.

En el relato de la pesada herencia se hacía hincapié en el resurgir económico de Independiente. Y se decía la verdad. Hubo un patrimonio realmente sorprendente entre el 2017 y 2018 que posiblemente no se repita en bastante tiempo. Lo que no se dijo en ese discurso carente de poder sostenerse con repreguntas es que se despilfarró con malas elecciones que luego no pudieron devolver en tiempo y forma. Independiente no solo que compró caro sin fundamento a jugadores que no estaban a la altura, sino que nunca pudo planificar el plan retorno como hizo Racing con el colombiano Ibargüen, que a los seis meses regresó a ganar dólares en México.

Independiente nunca tuvo un plan B. Creyó en fórmulas mágicas. En la varita del ex entrenador de Hockey y en el manual del co responsable del fracaso en Rusia 2018. El “Rojo” estaba enfermo, presentaba síntomas y en vez de empezar a curarse, ingresó en terapia intensiva con la llegada del ex DT de Defensa y Justicia. Hoy, con el respirador artificial conectado, el club busca algo de oxígeno y quizás con esta rebelión del plantel tiene una oportunidad de oro. Obviando los rendimientos que ya sabemos, el reclamo de los jugadores es claramente lógico, tanto para aquellos chicos que tienen un salario básico, como de quienes no perciben su salario desde fines de año.

Aclarado ese tema, hay que enfatizar, por un lado, en los culpables de firmar contratos a dólar libre en una economía inviable, con un dólar que hace dos años estaba 20 pesos y ahora está 120. Pasamos de comprarle un jugador sin demasiados pergaminos al millonario América de México por 7 millones de dólares y pelearle a Gremio el fichaje de Kannemann a perder la pulseada por el préstamo de Jonathan Herrera de Central Córdoba de Santiago del Estero. Son muestras de cómo un club pasa de estar sano y con un futuro prometedor a ser un ejemplo de la incapacidad, con debilidades y un diagnostico reservado.

Retomando con la oportunidad que tiene Independiente. La imposibilidad de poder mantener los compromisos contractuales vigentes y ante la probable negativa de rebajas salariales ante un diálogo que parece quebrado, los dirigentes cuentan con el momento ideal para poder desprenderse de aquellos jugadores que jamás rindieron y son sólo pérdida. Eso sí. En algunos casos significará que aquel desembolso hecho, no tenga ningún tipo de reposición. No será extraño pensar que Leandro Fernández se vaya con el pase en su poder al no poder afrontarse su renovación. Situaciones similares podrán ocurrir con el asintomático de empatía, Cecilio Domínguez, Andrés Roa, Carlos Benavidez, Alexander Barboza, entre otros referentes del derroche inescrupuloso.

Si se admite que no habrá recomposición posible en muchos de estos casos más alguna venta de Fabricio Bustos o Alan Franco que son hoy los apuntados para acomodar las cuentas, Independiente tiene la posibilidad de salir de la terapia intensiva, liberarse del foco infeccioso que lo dejó tirado en el piso y podrá pensar en cómo saldrá de esta cuarentena.

Se supone que si puede curarse de esta situación, lo que vendrá son contratos más normales, sumado al impulso de las jóvenes promesas que asoman en estos meses en la Primera. En crónicas anteriores se hizo énfasis en esta tónica: objetivos terrenales y con protagonistas más apegados a la idea del entrenador y no al home banking o interesados en el auto exilio en ligas limítrofes.

Mayo y junio serán dos meses fundamentales. Si bien la coyuntura que se aplicará con el futuro de los jugadores del fútbol argentino será general, Independiente presenta un historial clínico que no deberá dejar de lado. No se transforma en inmune por haber estado enfermo. Tiene la vacuna. Queda en la dirigencia en empezar el camino de la recuperación o en continuar con las falsas recetas del pasado.

@nicogallaok

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