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Columna de Opinion

Que no sea en vano este dolor

Claro que duele y avergüenza. Por supuesto que uno siente que es una humillación y que es una estafa a la confianza que depositamos porque amamos a conciencia por sobre todas los cosas. El fútbol en su expresión más pura, desde el picado entre amigos, a los partidos de ligas amateurs e incluso en el más alto nivel profesional es sin dudas el juego y el deporte más bello. Quienes lo practicamos con el alma sabemos que es así.

El fútbol genera pertenencia, identidad. Hace nacer al hincha que somos. Nos da contorno y contenido como seguidores apasionados que somos. Nos convertimos en protagonistas en cada partido. En actores en primera persona que sentimos en nuestros pies con cada pase, el que se da, y el que se recibe, transpiramos en cada pique, vibramos en cada gol convertido, puteamos y nos avergonzamos en cada yerro, sentimos el nudo de la impotencia en nuestros estómagos cuando la propia red se sacude con la pelota. Yo que soy un mal arquero en el equipo de mis amigos de siempre, juro que vuelo en cada atajada. Vivimos a pleno cada victoria y lloramos la derrota como si hubiéramos estado allí. Sintiéndonos héroes o nadie. Y somos los únicos que sabemos que siempre volveremos a estar para ilusionarnos nuevamente y vivir a pleno el nuevo desafío porque es la pasión en su esencia, sin fanatismos, la que nos convoca. Esa pasión inentendible que como bien dice Sacheri “tiene que ver con ese amor ingenuo y casi infantil, desprovisto de segundas intenciones y de cálculos”. Igual que todos yo sé que es así. Mis hijos mis compañeros inseparables en interminables abrazos de gol, o de miradas enojadas entrelazadas y los llantos en silencio contenidos también.

Soy hincha, apasionado, amante del buen fútbol. Me hice de Independiente en diciembre de 1967 a mis 8 años. El póster de la Revista Goles con Independiente Primer Campeón Nacional que a todo color flameaba en un puesto de diarios de San Justo me atrajo. Santoro, Monges, Pavoni, Ferreiro, Pastoriza, Acevedo, Bernao, Mura, Artime, Savoy y Tarabini con sus camisetas rojas rabiosas y su actitud ganadora me sedujeron. Luego vinieron los años de gloria, con una adolescencia de hincha de goce de triunfos. Fue cuando nació el Rey de Copas. Sin duda como miles y miles yo fui feliz con mi pasión, con mi elección.

Luego, solo mojones con alegrías en medio de mediocridad y la debacle y otra vez la mediocridad, la sensación de caída. De desamparo. Porque es así, cuando aquello con que te identificas, con lo que da sustento a tu identidad se oscurece, o su imagen se desdibuja hay una sensación de dolor y tristeza igual a la soledad. Y duele claro que sí este presente. Es solo un juego y es mucho más que eso. En el campo de juego 11 hombres representan a miles. Pero por sobre ello son la cara en ese instante de la institución que nos convoca a todos y los contrata a ellos.

El domingo fue la muestra cabal de lo que nos pasa. Un equipo sin alma que representa una institución vaciada de valores. Un equipo sin ideas en el juego semejante a la ausencia de un compromiso con un proyecto institucional consistente. Un equipo “que no se dio cuenta de lo que pasaba” igual a la improvisación que nos llega cada día, como si no se dieran cuenta de que se trata. Claro que duele porque somos hinchas y porque no somos indiferentes. Va mucho más allá de las bromas que hay que saber soportar porque es el folclore y porque también sabemos bromear cuando nos toca. Duele porque nos importa, porque la pasión nos hace vibrar y cuando ella decanta aflora el pensamiento que nos hace ver que son las propias decisiones o mejor dicho las graves decisiones las que producen los errores que traen tristeza.

Quien nos ganó nos viene ganando hace tiempo en seriedad, en proyecto, en vida institucional, en éxitos. Quizás la bofetada de ayer haga ver a más de uno que la respuesta es mucho más que un triunfo posible en un próximo partido o quizás en otro clásico. Es hora de empezar a ver que este tiempo requiere de hombres y mujeres que empiecen a pensar en un nuevo tiempo, donde prime la idoneidad. En el cual los méritos sean en función del conocimiento adquirido, en la profesionalización para la tarea. En la delegación con responsabilidad, en la organización con estrategia. En la identificación y en la pertenencia sin especulaciones. Mientras orgullosos digamos que nos duele y no da vergüenza porque solo duele lo que se quiere de verdad, y desde allí se reconstruye, se vuelve a comenzar.

No me avergüenza que me duela. Al contrario. Veo de nuevo en mi mente el póster de 1967 y como miles estoy de pie juntos a mis hijos para alentar en el próximo partido. Para ser protagonista con los 11 que entren en la cancha y su DT. Porque es como dice el gran Discépolo en su histórica película: “¿Que sería de un club sin el hincha? Una bolsa vacía. El hincha es el alma de los colores. Es el que no se ve, el que se da todo sin esperar nada. Eso es el hincha… ESO SOY YO”.

Y Como miles espero que no nos sigan desgastando y jugando con las ilusiones y nuestras alegrías.

@clauavruj

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